Día 46.

Me encontré con que el creador de uno de los de webcomic que sigo desde hace varios años tiene su propia banda ficticia de metal, donde toca todos los instrumentos; no lleva voz y suena de maravilla para estar escribiendo. Si a alguien le interesa se llama Deathmole, hay cuatro discos para escuchar desde el navegador, yo ya soy fan from hell.

Comencemos entonces.

Uno de los vicios que me cargo es el no hacer las cosas en el momento preciso, como por ejemplo, anoche leí esta frase:

No significa que sea mejor, solo que estoy acostumbrado a ello.

La cual me dio una idea para escribir alrededor de ella, mas no puedo recordar cual era. Como ya había terminado el post de ayer y no tenía ganas de seguir escribiendo, flojamente la puse aquí para retomarla hoy, sin darme pistas de que es lo que quería decir o mejor aún, escribir todo el post completo. Pero no lo hice y ahora el instante se fue, no hay manera de volverlo a traer. Detesto cuando eso pasa, aún más cuando me doy cuenta que no fue por algo circunstancial, simplemente dejé que se escapara como si nada. Claro, podría intentar recordar paso a paso donde como, cuando leí la frase, rastrear su contexto original y seguro que llegaría a una aproximación de lo que quería hacer pero no sería lo mismo. Es falso que las oportunidades lleguen solo una vez, también es falso que no tenemos control sobre ellas, lo que es cierto es que ignorarlas a propósito o posponerlas, solo lleva a que no ocurran.

Ciertamente la comodidad es un mal del que todos deberíamos poder librarnos.

Es de alguna manera uno de los pecados capitales, como parte de la pereza. En sí la flojera no se refiere a pasársela acostado rascándose la panza y consiguiendo gringas con el mínimo esfuerzo como lanchero acapulqueño (¿Será?), sino a la inacción, el dejar correr las cosas sin tomar partido, dejar pasar las oportunidad o no cuidar lo que requiere mantenimiento. Dante sitúa a dichos pecadores debajo de río banda-de-rock-que-adormece, Styx, sumergidos en el sufrimiento de solo estar dentro sin morir, sin poder salir ahogándose eternamente. Me lo imagino como el agua estancada que lleva mucho tiempo en una maceta: amarillenta, maloliente, que ha podrido la planta que debía de alimentar. Con un movimiento de alguien para drenarla seguiría bella y viva, pero esto no ocurre, así la inactividad la consume lento. Por cierto, el nombre original de este pecado en latín es Acedia, que estoy seguro que viene siendo la raíz de las palabras acedar, que es lo que le pasa a los frijoles cuando se quedan mucho tiempo sin consumir, y acidar que es lo que le sucede al vino cuando se deja destapado y se avinagra.

Cuando uno está demasiado cómodo, se dejan pasar las cosas, se permite que entre Belphegor con ideas de mayor comodidad con menor esfuerzo. Ofrece vicios nuevos de fácil mantenimiento, la oportunidad de ser mediocre por el gusto de serlo, justificaciones para no moverse, o peor aún, para rendirse. Más que la pereza, calculo que la comodidad es la madre de todos los vicios… debo de poner atención a eso.

Creo que nada de lo que acabo de escribir tiene que ver con lo que me dijo la frase ayer. Pude solo borrarla y dejarla desaparecer; no interesarme hubiera sido la opción sencilla, pero no la mejor.

Pero sí a la que estoy acostumbrado.

«No es nadita refinado Belphegor».

Una respuesta a “Día 46.

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