Día 64.

Miércoles de ceniza. Único día del año para escuchar la canción de Caifanes del mismo nombre para darme de nuevo cuenta que no me gusta. Mejor engullo té verde y escucho un popurrí de metal. El tema de hoy parecerá contradictorio a mis opiniones acerca del activismo, igualmente es un asunto que no pensaba tocar, pero me parece que es el momento justo para hacer notar varios detalles que después serán olvidados.

Durante los últimos tres días han salido notas en el periódico denunciando el uso de perros en las prácticas de medicina. El primero señalaba a un profesor que vendía perros, alumnos de medicina que cuestionaban los aullidos del dolor provocados a los animales en aras del aprendizaje; división entre los mismos estudiantes acerca del asunto;  el daño de la anestesia que llega provocar delirios en los modelos biológicos para los cuales no hay un protocolo y la manera en que eran simplemente desechados al terminar las prácticas. El segundo menciona el costo de los perros en doscientos pesos, que otros alumnos los consiguen callejeros, se los roban o son prestados como libros del centro de control canino previo canje con la credencial de estudiante; que éticamente los estudiantes no estaban aprendiendo a ser mejores persona y la reacción de la dirección escolar que dice que no hay denuncias al respecto, que por tanto no hay problema y apuntan que hay intromisión de tintes políticos.

Vaya días ocupados.

En periódico de hoy, el director cede: dice que se suspenden las prácticas con animales, que se dejaran de utilizar productos biológicos vivos pero que era algo que ya se tenía contemplado. El profesor acusado de vender perros, se defiende diciendo que lo han tratado de sobornar por calificaciones pero nunca ha aceptado; dice que alumnos suyos lo defienden con un escrito y que ahora se van a utilizar maniquíes pero que van a salir caros. En resumen, aquí no ha pasado nada. Victoria para todos.

Me llama mucho la atención la catalogación de un animal como «modelo biológico». Este tipo de denominaciones se utilizan que la persona encargada de manipularlo no sienta que está tratando con un ser vivo; por ejemplo, se les llama «especímenes» a todo sujeto de experimentación, se refiere a los presos con un numero en vez de un nombre o «daño colateral» a víctimas inocentes de un ataque militar. Es deshumanizar, darle el mismo valor que un objeto. Dado que el director dice que no se utilizarán más modelos biológicos, ¿Supongo que también van a indultar a los ratones blancos que tienen en las prácticas de laboratorio? Recuerdo que los maniquíes que menciona tienen más de una década en la escuela de medicina, pero aun cuando estaban en funcionamiento las prácticas con animales nunca se cancelaron. ¿Entonces?

En la preparatoria conocí a una chica que actualmente es médica. Ella muy formal, seria, de buena familia, excelentes calificaciones, católica practicante y en general ñoñisima; afirmaba que quería ser doctora en medicina. Durante una práctica del bachillerato médico-biológico, fuimos a la facultad de medicina a experimentar con ratones.  El profesor sacrificó dos o tres ratones blancos, que por cierto, no era muy bueno en ello, para que nosotros los abriéramos para identificar partes del cuerpo. Recuerdo que a la mayoría nos pareció muy desagradable el asunto, más nos recordó el profesor que si decidíamos estudiar alguna ciencia biológica, esto sería algo común, por lo que proseguimos sin protestar demasiado. Recuerdo que la chica que mencione arriba, tomo un bisturí. Con una sonrisa enorme dijo «¡Qué emoción!» al tiempo que comenzó a cortar la piel del cadáver de ratón que tenía enfrente. Le dije algo, volteo a verme, sus ojos brillaban, su piel estaba ruborizada y su sonrisa la mantenía con la boca abierta. No podría haberlo afirmado en aquel momento, pero ahora juro que estaba excitada. Es una de las cosas más macabras que he visto en mi vida. Terminada la práctica, otro de mis compañeros el cual casi vomita al inicio, cortó la cola de uno de los ratones con la intención de hacerse un colguije, cosa que la chica del bisturí reprobó inmediatamente como algo cruel y de mal gusto. No entendí en ese momento, pero supe que se convertiría en una excelente doctora.

Seamos abogados del diablo un momento.

Los médicos también son seres humanos, pero no son como los demás. Su entrenamiento consiste memorizar libros enteros de síntomas, tratamientos, medicamentos, partes del cuerpo; aprender a no dormir, trabajar turnos de 12 hasta 36 horas; lidiar con decisiones literalmente de vida o muerte como únicos responsables, mantener la cabeza fría y las emociones bien separadas del cuerpo en un ambiente puramente competitivo; acostumbrarse a la presencia de líquidos con todos los olores y consistencias desagradables posibles; saber ver a los pacientes en un límite entre objeto-por-reparar y  persona; creerse superior a los demás. ¿Por qué? Porque no pondrías tu vida en manos de alguien que no sea capaz de hacer todo eso. Nadie acepta nada menos que perfección en un médico. Las escuelas de medicina están diseñadas para crear dichos seres, su mente trabaja de maneras tan extrañas que la mayoría de las pruebas psicológicas tienen excepciones o apartados especiales cuando se evalúa a un médico, pues si se evalúan como parte de la población general, salen narcisistas, perversos y sin sentimientos: muy similar a los resultados de un asesino serial. También son muy rígidos para cambiar sus métodos, así que no me extraña que las prácticas con animales no se hayan eliminado.

Sin embargo, las escuelas de medicina de primer mundo ya lo están haciendo. Desde hace unos veinte años se han ido desarrollando nuevos métodos de enseñanza, pues la contradicción en deshumanizar a una persona que quiere dedicar su vida a ayudar a otros, habla de que algo está muy mal de raíz. En respuesta al ello se encuentra el uso de nuevas tecnologías como los maniquíes, modelos computarizados, prácticas en tejidos artificiales, la aplicación de terapia psicológica obligatoria, modificaciones en la jerarquización entre el personal, la expansión de la bioética. En fin, bajarle un poco al radio es la tendencia actual en la formación de los médicos, esto aunado al activismo a favor de los derechos de los animales por parte de la sociedad. Con se han ido disminuyendo las prácticas barbáricas en escuelas, laboratorios y hospitales, como la que hasta el día de hoy ocurrían en la facultad de medicina de la universidad michoacana.

Por otro lado, no nos hagamos pendejos.

El hecho de que se suspendan no es indicativo de que se han eliminado. Si ocurrió un cambio, fue porque tuvieron que conjuntarse varios ingredientes: el alumnado que dijo «basta» sin los cuales no hubiera ocurrido, la prensa que decidió dedicarle tres primeras planas y la acción continua de los activistas en los derechos animales, los que realmente se dedican a ello en vez de poner fotos de animales desollados en las redes sociales, y por último la capacidad de ceder, cualesquiera que sean sus motivos, por parte de los directivos de la universidad. Este es un asunto que debió de haberse terminado hace mucho, demasiado en realidad, pero no ocurrió no porque no hubiera gente dentro de la facultad que quisiera que las cosas cambiaran, o que la sociedad civil no se interesara o porque tú o alguien más no se preocupara. No. No ocurría porque se hablaba mucho pero no se hacían las cosas. En el momento en que se confrontó a la gente con la realidad de que generar profesionistas cuesta sangre, que es un asunto que habla pésimo de quienes somos como sociedad, y alguien dijo «yo no estoy dispuesto a hacer eso» es cuando las cosas se pusieron en movimiento. De aquí falta mucho para que exista una cultura de derechos animales o mínimo una legislación de trato ético en la población de Morelia, no digamos más allá. Como siempre, todo está poner atención. Este es un tema que no debería tener tantos matices.

Felicito a la gente que está involucrada, lo quieran a o no, especialmente a quienes siguiendo su sueño de ser doctores en medicina decidieron que hay costos que otros no deben pagar por uno.

Espero sean aún mejores doctores que la chica del bisturí.

«Sacerdote, maestro o doctor».