Día 315.

Hoy es la noche de brujas. Bueno, en realidad la segunda noche.

La primera fue entre el 30 de abril y el 1 de mayo, que es el Walpurgis, fecha propicia para hacer pactos con el diablo. La noche de hoy no es exclusiva para las brujas, también entran monstruos, fantasmas, demonios, muertos, espíritus paganos y santos. Uno de los participantes no es como lo otros.

De mis mejores recuerdos de niño, es salir a pedir dulces de puerta en puerta pidiendo Halloween, creo que la primera vez que participé tenía 6 o 7 años, acababa de cambiarme de casa y aún no tenía amigos. Recuerdo que llegó un grupo de niños a pedir a mi casa y mi madre les dijo que si podía yo acompañarlos, lo cual aceptaron; salí disfrazado del Hombre Araña, hasta contaba con unos tenis que hacían juego. El líder del grupo era una chulada de bato que me abría paso de los demás niños más grandes para que alcanzara dulces en las casas donde pedíamos. También recuerdo que se enfrentó contra unos niños más grandes que no estaban pidiendo y lo empujaron. Lo hicieron que soltará un par de lágrimas, pero no se rajó y seguimos pidiendo casa por casa mientras oscurecía. Llegamos a un salón de fiestas donde estaban unos dones tomando, pedimos Halloween pero uno de ellos nos dijo que no nos daba a menos que alguno de nosotros supiera como se debía pedir en México. Yo no sabía, pero uno de los otros niños sí. «Queremos calaveritas», fue la respuesta. El don quedo satisfecho con la respuesta y nos repartió una generosa cantidad de dinero. No recuerdo cuanto fuera pero es casi seguro que fue la primera vez que tuve tanto efectivo. Gran noche.

Ya para el siguiente año y subsecuentes, salía regularmente a pedir Halloween, ya fuera en mi colonia o en otra en donde una prima celebraba su cumpleaños con una fiesta de disfraces el mismo día. Siempre me maravillaban los disfraces de los otros niños: de brujas, de diablos y fantasmas. Mi tía nos repartía dulces, pastel y unas tortas calientes pequeñas y después nos acompañaba a pedir con los vecinos. En otros años, salía con mis amigos de la colonia. Recuerdo que en una ocasión recortamos mascaras de papel que regalaban en los comics del Hombre Araña, creo que llevábamos dos mascaras del Hombre Araña y una de Hulk y la ropa era la misma que traíamos de diario. Debimos de recibir una buena dotación ese año, pues comenzamos temprano, aunque creo que la mamá de uno de nosotros se preocupó e hizo que se metiera temprano a casa. A diferencia de ahora, en aquel tiempo casi no existía el miedo a que los niños anduvieran solos en la calle y se confiaba en que nos cuidábamos unos a otros. Nunca nos pasó nada por salir a pedir dulces, creo que lo más bizarro fue un tipo ebrio que a huevo quería convencernos que jugáramos con sus hijos Stop en la calle.

En algún punto eso cambió, entró una paranoia colectiva de robachicos, que les iban a vender droga, hasta dar dulces envenenados. Ya para cuando era adolescente hubo años en que los niños dejaron de salir por completo a pedir, ni siquiera acompañados por sus padres. De repente la gente se asustó por monstruos reales a pesar de no existir. Nunca leí o vi noticias de ningún niño secuestrado por pedir Halloween. Tengo mis sospechas de quienes causaron este pánico fueron los santos que nadie invito a la fiesta.

Como sea, desde hace ya un tiempo, los niños volvieron a las calles en tropel. La mayoría acompañado por adultos, con disfraces nuevos, lo cual me alegra. Creo que es una tradición que todo niño debería vivir: el ponerse una máscara, fingir ser un ser de ultratumba y dar rienda suelta a su capacidad de pedir golosinas…. y hacer una que otra travesura. Tengo también sospecha, que a partir de que se desató el peligro real en la ciudad en forma de violencia, la gente se dio cuenta que es ridículo esconderse de enemigos invisibles y dejo de preocuparse por ellos. O quizá tan solo sea que los niños que pedían Halloween hace un par de décadas ahora llevan a sus hijos. Como sea, existe otra buena razón por la cual pedir calaveritas: México es el único país en donde siendo niño se puede pedir el día 31 y el 1 de noviembre.

Y si se es atrevido, hasta el día 2.

«I remember Halloween».

Día 314.

Tengo un teclado nuevo al cual acostumbrarme y una tarea importante que realizar. Además de ello, tengo cosas que decir.

Solo le tengo miedo a un payaso. Es el payaso cholo que con una regularidad alarmante me carga. Al decir regularidad, no quiero decir frecuencia, me lo imagino dedicándose a otras actividades varias durante su tiempo libre: quizá haciendo pintas, usando paliacates que cierran los ojos, trabajando en fiestas infantiles con juegos como «encájale el cuchillo al cerdo» o «saca el varo, morro».

Desvarío.

Me gusta considerarme una persona con un lado… espiritual, que a veces se inclina a la superstición. Procuro ser escéptico antes que creyente, por practicidad y porque de por sí mi imaginación utiliza grandes reservas de mi RAM cerebral, darle esteroides resulta nocivo para mi salud. Aun así procuro mantener la mente abierta a las cosas que no son tradicionalmente explicables. Una de ellas es el cicló del payaso cholo.

Existe una línea esotérica que marca de 30 a 52 días antes de nuestros cumpleaños como una etapa de destrucción, símil a la quema de pastizales secos antes de poder plantar. Es una etapa en donde se da la oportunidad de desechar las cosas de las que nos debemos desprender que fuimos acumulando durante el año. Para mí esta creencia me resultaría como una curiosidad propia de los cerillos que en su caja llevan el horóscopo, si no fuera por la maldita exactitud con que se presenta. Lo malo de las quemas, es que arrasan, y con regularidad se salen de control; no dejan rama sin tocar ni piedra sin ennegrecer.

Las celebraciones de Halloween y Noche de muertos son por mucho mi época favorita del año, dada mi natural inclinación hacia la estética oscura que conlleva. Pero en contadas ocasiones he logrado disfrutarlas a plenitud, pues es la temporada en que se me aparecen fantasmas, algunos de ellos frescos, otros que juraba haber exorcizado hace años. Su presencia me indica que hay cosas por resolver. Son solo un aviso a que levante la guardia, porque vienen golpes, lo cual procuro hacer de uno u otro modo. Con el paso de los años, he aprendido a no dejar caer en saco roto las advertencias. Procuro ponerme a contraviento, evito abrir puertas con destino incierto, dedicarme a lo que estoy haciendo y cachar con cuidado los golpes que van llegando. Hasta ahí todo bien.

Enter el payaso cholo. ¿Quién es? Un hijo de puta, eso lo aseguro.

Es un traidor que sabe cuál esquina voy a doblar y está listo con una varilla con punta en las manos o un calcetín lleno de monedas. No hace más que esperar a que esté cerca para aplicarme el «guárdame este fierro» en el estómago o golpearme en la nuca por la espalda y después ver como caigo de rodillas con las piernas temblorosas sin tiempo para mentarle la madre. Puede agregar un par de patadas mientras me dice «¿A ver, culero? síguele jugando al vergillas». Procede a cargarme por un momento un largo rato, quitarme algo preciado y tirarme en un contenedor de basura. «Te lo lavas», se despide riéndose, el muy cobarde.

Como pueden apreciar, no le tengo estima.

Hasta el momento, siempre me he levantado después de la putiza en donde la herida puede ser superficial o muy profunda. Creo que con el tiempo he aprendido a defenderme mejor, hasta he alcanzado a adivinarle un poco por donde viene el golpe, pero no me hago ilusiones de salir ileso. En esta ocasión, decidí escribirlo, esperando con eso dirigir mi enojo y frustración hacia algo si no tangible, al menos con nombre.

Sé que esta creencia acerca del periodo de destrucción caen dentro del terreno de las profecías autocumplidoras, después de todo tengo una hoja de papel pergamino lleno de firmas que me avala como psicólogo; aunque debo de ser un maestro de la manipulación inconsciente para lograr que se realicen con algunos elementos tan difíciles de invocar. O quizá solo me engaño y nada de esto es real. Una idea que me asusta, pues soy una criatura de hábitos. Claro, como en toda creencia mística tiene su contraparte, que en este caso estipula, a partir de mi cumpleaños, de 30 a 52 días propicios para la creación. Sería una pena y un desperdicio racionalizar su existencia.

Hasta aquí mi comentario, seguimos con la programación.

homey

«Foquiu, ese».

Día 313.

A continuación, otro texto que participó en un concurso y no ganó. La directora de la carrera me pidió que participara para dar las palabras de agradecimiento durante la ceremonia de graduación de todas las carreras de mi universidad. No fueron del agrado del jurado, aun así conseguí algunas sonrisas.

Enjoy.               

Honorables miembros del presídium, maestros, padres de familia, amigos y por supuesto, alumnos aquí reunidos.

Este mundo es solo una ilusión que constantemente intenta cambiarnos.

Estamos en un día para celebrar que debe ser recordado como tal, un momento de nuestra vida irrepetible e igualmente irreparable; hoy todos los aquí presentes, somos el producto de una camino en la vida que nos ha llevado hasta donde hemos querido llegar. En ningún momento nos ha sido fácil la tarea de tomar las decisiones de dicho camino, pero gracias a ellas somos las personas aquí presentes, somos porque es nuestro derecho ser, porque es nuestra intención.

La generación que hoy aquí se gradúa nació durante los años finales del siglo veinte, un tiempo en que el futuro estaba cerca, porque nos habían informado por todos los medios que el siglo veintiuno lo era. Un nuevo milenio. Más que una fecha, símbolo cargado de ideas, esperanzas, supersticiones y claro está, catástrofes. A final de cuentas somos humanos, changos vanagloriados demasiado torpes y toscos buscando respuestas a tientas. Buscando en el futuro alivio a los males que hemos creado. Por siempre pensando que las próximas generaciones tendrán respuestas y problemas que no somos siquiera capaces de imaginar. Somos a un tiempo creaturas de fe y mal agüero. Queremos que el mañana nos dé respuestas pero no queremos participar de él. No formarlo, no crearlo.

Eso no me corresponde -decimos- , es que no tengo los recursos –justificamos- , es que no tengo tiempo, -nos excusamos-.

Curiosamente, el futuro llegó, pero no lo perdimos. La ilusión nos nublo nuevamente. La ilusión es fuerte porque deseamos verla.

Tomemos las palabras de poeta James Kenaan Maynard.

«Piensa por ti mismo.

Cuestiona la autoridad.

A través de la historia, nuestra especie ha enfrentado la terrorífica realidad que no sabemos quiénes somos o a donde vamos en este océano de caos. Han sido las autoridades, los políticos, los religiosos, los maestros, quiénes han buscado confortarnos dándonos orden, reglas, regulaciones, información, formando dentro de nuestra mente su visión de la realidad. Para pensar por ti mismo debes cuestionar la autoridad y aprender a tener la mente abierta, en un estado vulnerable, caótico, confuso. Informarse por uno mismo.

Piensa por ti mismo.

Cuestiona la autoridad».

Hoy, jóvenes universitarios recién graduados, podemos hacerlo. Tenemos la fortuna de poder dejar atrás los deseos que los demás nos han dicho que deberían ser, tenemos energía y fuerza para lograr nuestros propósitos, ahora también tenemos voz. Una que nos hemos ganado a pulso y pase lo que pase nunca nadie nos podrá quitar, somos testigos no solo de nuestro propio triunfo sino de todos los compañeros que nos acompañaron durante el trayecto, cada uno sabe lo que ha costado, cada paso se ha llevado algo de nosotros, y siempre tuvimos a alguien a nuestro lado para ayudarnos cuando sentíamos que no se podía. Que era mejor rendirse. Nunca olviden quienes son esas personas porque están aquí presentes y no van a olvidar cuando ustedes les ayudaron. Eso nos convierte en hermanas y hermanos en tiempo y forma.

Recuerden, el triunfo es suyo. Pero no llegaron solos. Es hora de dar gracias y no como generación, como personas.

Tómense el tiempo de agradecer a todos aquellos que sacrificaron tiempo, dinero y esfuerzo llegaran aquí. Padres, hermanos, tíos, primos, pareja, amigos y tantos más que se me escapan… todos estamos en deuda permanente con ellos. En las buenas estuvieron ahí, en las malas supieron marcarnos el paso, son al final de cuenta quienes nos enseñaron que la vida es hermosa y vale la pena luchar por ella.

Si eso no es amor, entonces no sé qué es.

Ahora pasemos a agradecer a las únicas personas que sin conocernos han confiado ciegamente en nosotros. Han apostado su vida diaria a que cada alma que tocan recibe un mensaje que será interpretado libremente, abrirá puertas que no pensaban que existían, que realmente creen que estamos llenos de infinidad de posibilidades y dedican su día a día a que cada uno de nosotros encuentre el propio. Saben que por mucho que enseñen, el único que puede aprender es aquel que quiere hacerlo, el que ha decidido tomar el camino. No olviden el día de mañana que ellos creyeron en ustedes, crean entonces en quienes se les acerquen buscando conocimiento. Sean maestros, no dejen a nadie atrás. Tengan el tiempo y la paciencia que sus maestros les tuvieron a ustedes.

Demos gracias.

Agradezcan a todos los que estuvieron detrás de ustedes; periféricos y atentos a sus necesidades quienes les permitían concentrarse en estudiar sin que se preocuparan en los detalles. A cada ves que llegaron a su salón de clases y estaba listo para que estudiaran, para que convivieran. Cada que tuvieron que comer fuera, cada que requirieron un trámite, cada vez que necesitaron un libro, una copia, una impresión y todo eso que damos por sentado, pero que requirió un gran esfuerzo. Todo lo que hemos hechos es nada si no hay bases. Tengamos siempre presente quienes son, recuérdenlos.

Ahora dense gracias a ustedes mismos. Ya llegaron aquí, a un puerto seguro, un reconocimiento que solo vale el papel y la tinta en la que está impreso, pero que simboliza que lo lograron. Ahora pueden partir hacia donde quieran, decidan su nueva aventura, atrévanse a más, rompan las reglas, creen el futuro que ustedes quieren, no el que les contaron de niños, porque ya no los son. Demuéstrense a ustedes de que están hechos, después demuéstrenselo a los demás. Recuerden que siempre habrá alguien que les diga que están mal por atreverse. Mándenlo al diablo. Abran los ojos.

El mundo es una ilusión solo si queremos que lo sea. Transfórmenlo. Piensen, actúen, decidan… correspondan. El camino es largo y ahora se bifurca infinitamente, tómense solo el tiempo necesario para celebrar este triunfo y sigan adelante.

Llego el siglo XXI y eso no es importante. Llego el futuro y se fue, tampoco es importante. Hoy es un día más de nuestra existencia. Que todos los demás días sean tan importantes como lo es el de hoy.

Por ultimo denme gracias por tomarme la molestia de escribir estas palabras, yo les doy gracias por escucharlas.

«The answer is pizza».

Día 312.

Mi primer concierto fue de Parchís.

No sé cuántos años tenía, ¿cuatro?, ¿cinco? A mi hermana le gustaban y me llevaron. Fue en el Estadio Venustiano Carranza y la verdad no recuerdo mucho. Hasta he pensado que no sucedió porque no he encontrado información de que estuvieran en Morelia, aunque al parecer tocaban en todo México. Lo que recuerdo es que esperamos con mi familia más de una hora para que iniciara, estábamos en las gradas y después nos bajaron a la cancha (ahora que lo pienso, años después cuando vino la gira de Los supervivientes de The Doors, pasó lo mismo). Lo otro que recuerdo, es que cuando comenzó por fin, Tino, el vocalista, saludo al público y alcancé ver a los demás integrantes durante unos segundos antes que me bajaran de los brazos de quien me estuviera sosteniendo por encima del público. Creo después solo vi pies o me dormí, no sé.

Como sea, mi hermana compraba los comics de Parchis. Neta, existieron. También hubo de Menudo y de Timbiriche. En el post anterior les platique de Karmatrón y Los Transformables; bueno pues el creador, Oscar Gonzales Loyo primero se ganaba la vida haciendo los comics de Las Aventuras de Parchís, los cuales fueron muy populares, con más de 100 números publicados. Las historias no eran malas por cierto, claro, eran dirigidas a un público infantil, pero contra la salida fácil, rara vez trataban de que Los Parchís tuvieran que tocar en algún lugar y tuvieran problemas para llegar o que uno de sus fans necesitara ayuda. Eran una mezcla de aventuras estilo Scooby Doo, romances adolescentes, ciencia ficción con viajes espaciales y en el tiempo, e historias de superhéroes. Porque existían los Superparchís, obvio.

También luchaban contra una banda de delincuentes de poca monta, brujos y contra una banda de rock que los copiaba llamada Los Parchados. Sí, eran algo random.

El capítulo que más recuerdo es uno que trataba sobre los 7 pecados capitales, en el que cada uno de los integrantes era atacado por un pecado mientras viajaban por un bosque oscuro: Tino tenía pereza y mientras los demás integrantes se hundían en arena movediza, le gritaban por ayuda pero solo quería quedarse flojeando bajo un árbol. Después, Yolanda era atacada por la lujuria y quería que Tino fuera su novio (seguía siendo un cuento para niños), Gemma quien tenía envidia quería separarlos y se peleaban entre ellas. Frank era atacado por la ira, así que tomaba una piedra del suelo con la que planeaba matar a los demás. Neta, se ponían bien pinches darks las historias. Al final lograban superar sus pulsiones a base fuerza de voluntad. Valiosa lección.

Otra que recuerdo es una donde Gemma se enamoraba de un príncipe Hindú que le regalaba una flor azul, pero era un amor imposible porque él estaba muy enfermo, pero Gemma encontraba una cura para su enfermedad, creo haciendo una poción con la flor. Hey, también tengo recuerdos ñoños. Aunque la verdad es que me gustaba Gemma en la vida real y por eso recuerdo sus historias dibujadas.

Algo que siempre me pareció curioso es que el comic se producía aquí en México, mientras que el grupo era español. Supongo que fue un evento raro, digo, es común que un grupo musical saque un comic o una revista para hacerse publicidad, aunque con menor calidad y originalidad que Las aventuras de Parchís. Recuerdo haber leído uno de Timbiriche que también eran populares, creo que Sasha o Paulina Rubio estaba poseída por un espíritu maligno, pero no me gustó ni la historia ni los trazos.

Eso sí, tengo tatuadas en el cerebro bastantes canciones de Timbiriche, mientras de Parchis solo recuerdo dos, y una de ellas es un cover de Miguel Bosé.

Sad.

«Gemma era La molécula».

Día 311.

De niño cuando estaba en segundo o tercero de primaria, en casa de un amigo encontré un comic llamado Karmatrón y los Transformables.

Estaba raro. Trataba de unos robots gigantes espaciales que se podían transformar en vehículos para ser tripulados por humanos. OK, eso ya se había hecho. Al final del comic venía una página con el dibujo de uno de los robots gigantes para ser recortado, puesto en cartulina y armar un muñeco con hilo. A mi amigo le gustaba armarlos, a mí no mucho, nunca se me han dado muy bien las manualidades, pero no lo había visto antes. No tenía muchos comics, y la historia que contaba se quedó en continuación así que no entendí mucho. Mi amigo me explicó que la historia principal era un chavo de pelo blanco llamado Zacek quien contaba con un cinturón mágico con el que podía convertirse en un robot más grande que los transformables y peleaba contra otros robots gigantes. OK, eso también ya lo había visto. Pero en ninguno de los comics que tenía en ese momento aparecía Karmatrón, justo en los anteriores acababa de suceder una batalla épica. Mi amigo me mostró un dibujo a calca que había hecho de la portada del numero pasado, el cual lo tenía un primo suyo. Era la cara del robot villano, Glaytor.

Se veía chingón.

Aun así no me interesó mucho, pero mi amigo los seguía comprando de vez en cuando, y cuando iba a su casa los leía. En aquel tiempo iba cada tercer día a clases de Tae Kwon Do por el mercado independencia. Pasaba por los puestos de periódicos buscando El hombre araña, y de cuando en cuando veía los de Karmatrón, pero no me gustaba el diseño del héroe, pues tenía una quijada rara y no entendía muy bien como se hacía robot. Mi amigo me explicó con paciencia que era una armadura cibernética que había conseguido despertando la serpiente Kundalini por medio de la meditación. También me dijo algo de que las naves espaciales viajaban a la velocidad del pensamiento. OK, eso sí era nuevo y bien fumado. Me dijo también que habían cambiado el diseño de la armadura, que ahora se veía más humano. Efectivamente, una tarde pasé por un puesto de revistas, vi el nuevo diseño en la portada, más estilizado, con una espada y con quijada humana. Así que lo compré. Y de ahí lo seguí comprando cada semana hasta la secundaría.

Me alegro mucho de haberlo hecho.

Poco a poco fui entendiendo como funcionaba todo: trataba de la lucha del bien contra el mal personalizados en Zacek y Asura a un nivel cósmico. Hacía referencias a muchas cosas interesantes, como culturas antiguas, filosofías orientales, religiones, ciencia ficción; algunas de ellas después las veía en la escuela, sobre todo en cuarto año de primaria cuando enseñaban sobre fenicios, egipcios, culturas mesoamericanas, y pensaba «Esos se parecen a los monos en Karmatrón». Bueno pues sí, digo, los Transformables se llamaban Olmec, Toltec, Esfinge y sus diseños llevaban esos estilos. El giro es que en el comic, estos robots gigantes no estaban inspirados en estas culturas ¡Sino que las culturas estaban inspiradas en ellos! ¡Pum! Esto debido a que habían llegado miles de años en el pasado a la tierra y convivido con los primeros humanos, así que los guerreros estelares (como se les llama en el comic) ¡Son en realidad los dioses de la antigüedad! ¡Tomen eso ateos!

Hay mucho que les podría contar de Karmatrón (como que perdí casi toda mi colección en una venta muy mala), pero lo voy a dejar en que cuando se canceló la historia se quedó sin resolución, lo cual fue triste. Afortunadamente, su autor Oscar Gonzales Loyo ha ido sacando una nueva versión en ediciones de lujo, la cual recomiendo mucho. Es de los artistas que demuestran que si lo imaginas y crees en lo que haces, se puede.

«Estelaris es mi favorito».

Día 310.

Continúo con la calidad o falta de esta de la pelis de terror.

Son tantos los subgéneros que son catalogados como cine «De género», que resulta caótico no solo englobarlos, también compararlos entre sí. Audition, que es una oda a la tortura superdensa, queda en la misma lista de reproducción que I Know What You Did Last Summer, que lo más terrorífico que tiene es una canción de Korn, o The attack of the killer tomatoes, que trata de tomates con dientes que matan gente.

Es en parte por esto que el cine de terror tiene un sector de apologistas que consideran que debe juzgarse en base a méritos diferentes a los de otros géneros. Me explico. Un drama por ejemplo, se puede calificar en base de las emociones que nos logra transmitir la actuación de sus personajes, sus vicisitudes, así como de qué manera nos podemos conectar con la historia a un nivel personal; una comedia podemos valorarla no solo de las risas que genera, sino el mensaje social que inspira detrás de estas, así como su relevancia. A las pelis de terror se les puede valorar si tienen chichis y tripas. Triste caso, pero pasa similar con las pelis de acción: nadie espera ver a Toretto haciendo otra cosa que manejar autos que no siguen las leyes de la física y pregonar la importancia de la familia.

De todos modos, con tanta cantidad de películas que se estrenan cada año, seguro que deben de salir alguna joya también de manera constante, ¿no?

Pues no. Cada que leo una recopilación de las mejores películas de terror de todos los tiempos sin importar que año sea, aparecen siempre las mismas películas: The Exorcist, Alien, The Shining, Rosemary’s Baby, Jaws, The Blair Witch Project. Apenas se agregan un par nuevas cada década, aquí o allá, pero en general hay poca variación. Por otro lado, no aparecen en los primeros lugares directores de terror reconocidos por ello, como Wes Craven, David Cronenberg, Clive Barker o John Carpenter; pero si Roman Polansky, Stanley Kubrick, Ridley Scott y Steven Spielberg, directores que lograron reconocimiento con historias alejadas del cine de género. Hay un caso curioso en esas listas: The Silence of the Lambs, aparece de manera constante a pesar de ser una thriller policiaco con algunas escenas gore, pero ningún susto. Eso sí, ganó montones de premios Oscar, entre ellos mejor actriz, mejor actor, mejor director y mejor película, así que se adoptó como un éxito del cine «De género»… a pesar que hasta que ganó fue catalogado de esa manera.

Caemos entonces conque es un batidillo extraño el juzgar a las pelis de género de manera separada. Nicole Kidman ganó el Oscar a mejor actríz por The Hours en 2002, y nominada al BAFTA y otros premios europeos por The Others el mismo año. Kathy Bates ganó un Oscar a mejor actriz por Misery, y a la fecha no ha vuelto a ganar otro. ¿Son entonces excepciones a la regla? Quizá. Puede ser también que se empiece a admitir que el susto rápido es solo otro recurso y que el terror no es un género: es una emoción. Con muchas variedades por cierto.

Ya abierto el tema, en otro momento lo retomo.

«Una buena madre».

Día 309.

Me pasa mucho que tengo ideas para post aquí o cuentos que luego no apunto y se me olvidan. También me pasa que en el momento que me se ocurren, apunto solo una parte de la idea, como el título o el tema, y cuando las reviso más tarde no tengo ni idea de que es lo que quería escribir al respecto. Otras ocasiones no entiendo porqué me interesó algo en particular. Para evitar que eso pase el post de hoy lo hago antes que olvide mi intención original.

Hace tiempo aprendí que a las películas de terror se les denomina también cine «De género», entre los cineastas. Esta categorización se basa en que este tipo de cine no es artístico, es de calidad baja o es un subproducto que no cae en las categorías que dan premios. En otras palabras, no es cine serio. Las racionalizaciones para esto incluyen que se hacen solo por dinero, que son predecibles y que son solo entretenimiento que busca asustar. Me gustaría decir que no es así, que es todo esnobismo cinéfilo, que hay muchas pelis de terror que han ganado premios, pero eso sería una opinión sesgada. Casi siempre esos premios llegan a maquillaje, música, actores secundarios, unos cuantos a mejor actor, muy rara vez a director, menos a película.

Tomando en cuenta que hay montones de festivales dedicados al cine de terror a nivel mundial, canales de televisión y revistas especializadas, se deduce que la producción no es baja, al contrario, si se revisa la cartelera de cualquier cadena de cine, hay altas probabilidades de encontrar una peli de terror olvidable sin importar la época de año. Son populares, así que hay una producción estable. Entonces, ¿por qué la percepción de la calidad de las pelis de terror es tan reducida? Parte de esta falta de seriedad aparente de las películas de terror es que el principal parámetro para medirlas es si asusta o no. Similar a como se juzga las salsas, si pican mucho, masomenos o poquito, del mismo modo se venden las películas por cantidad de sustos y que tan fuertes son estos. Una película con una historia mala puede volverse un éxito de taquilla si cuenta con este elemento al gusto del público, como Chucky o Paranormal Activity, mientras una con una trama buena se pierde en el olvido por el pecado de armar lento sus sustos como Lake Mungo o A tale of two sisters. Por cierto que las cuatro me gustan, no desdeño ninguna.

Admito que desde hace unos años se ha acentuado la búsqueda de tramas frescas, igual que respetar la visión de nuevos directores que buscan subirle el nivel de calidad artística a sus obras, pero sigue siendo una delgada línea entre lo pretencioso y una buena historia.

Pero el negocio está en otro lado, en las películas de exorcismos, casas embrujadas y fantasmas genéricos que se han visto mil veces. Si se venden, es porque hay un público que las consume. Además son baratas: no requieren actores de renombre ni muchas escenografías, tampoco escritores caros. Por algo Roger Corman, el rey de las pelis clase B podía armar 3 o 4 de ellas con un millón de dólares.

O menos.

Continúo con esto en el siguiente post.

«Hmm… patas».

Día 308.

Dormí mal, soñando que debía escribir este post, pero cada que escribía el segundo párrafo tenía que regresar al primero porque iba a ofender a alguien que no lee mis escritos. Terminé por mejor despertar un rato y recordarme que la mente hace trucos de prestidigitación raros en donde una cosa es otra cosa. Como sea, tengo sueño.

Quinto y último posts de vampiros.

La primera vez que dormí fuera de casa sin mis padres, fue en casa de unos tíos, creo como a las 7 u 8 años. El plan era que íbamos a ir temprano a nadar a un balneario fuera de la ciudad, así que mi hermana y yo estuvimos desde la noche anterior ahí, viendo tele, jugando a algo con mis primos. Llegada la hora de dormir mi hermana se fue al cuarto de mis primas, a mí me preguntaron si me quería quedar solo en el cuarto del televisor, cosa que acepte sin pensarlo mucho, dormiría en el sillón. Creo que me interesaba la idea de poder jugar con el Atari 2600 que estaba ahí. Recuerdo que me ofrecieron después irme a dormir al cuarto de mis primos, uno de ellos tomaría el sillón, pero me negué. También me dijeron que eligiera otro cuarto, podía ir con mis primas, pero dije que estaba bien, no pasaba nada, aunque nunca había dormido en un cuarto solo en una casa ajena, quise hacerme el valiente. Ya con todo mundo en su recamara, descubrí que el sillón era incomodo, que las cobijas no se podían acomodar y que entraba algo de luz de un foco externo en una cornisa afuera del ventanal del cuarto, justo apuntando al sillón.

La noche era silenciosa, la casa de mis tíos estaba ubicada en una zona residencial que terminaba en una cuesta, así que no había muchos vecinos. El ventanal daba hacía un lote baldío que continuaba cuesta arriba hasta que se convertía en monte. En la esquina del baldío había un farol que iluminaba la calle, pero su luz se perdía al tocar el baldío, solo se veían siluetas de ramas, una malla ciclónica y pasando esta, obscuridad. Dentro del cuarto las cortinas eran traslucidas, pero no tapaban la parte superior por completo, así que podía no podía ver el exterior. Solo la mezcla de las luces producidas por el foco y la farola, como islas en la nada. No lograba acomodarme, y mientras trataba de conciliar el sueño, me imaginé que en la cornisa donde estaba el foco externo había un vampiro colgado.

¿De dónde vino? No tengo la menor idea. Recuerdo habérmelo preguntado entonces, pues no había visto una película, leído una historieta o que alguien me hubiera contado de un vampiro. Seguro que en algún momento había visto una peli del Santo con vampiros o algo similar, pero nunca me habían asustado; ni siquiera había pensado mucho en ellos. ¿Tipos que se convertían en murciélago y salían en la noche a chupar sangre vestido de traje? Esas cosas no dan miedo.

Y sin embargo, ahí estaba, colgado de cabeza justo al lado del foco afuera del cuarto.

Traté de ignorar el asunto. Solo lo estaba imaginando, además que los vampiros no existen. Creía en fantasmas, sí. Quizá en brujas o que algo debajo de la cama pudiera agarrarme, pero no en vampiros. Miraba hacía la ventana y ahí no había nada, solo ese claroscuro en el silencio, ni siquiera hacía viento o frío. Pero no podía dormir. No me atrevía a prender el televisor, porque no era mi casa y ya todos dormían, seguro que uno de mis tíos se despertaría si lo hacía. Me levanté a buscar el apagador del foco externo, sin esa distracción podría conciliar el sueño, pero no estaba en ese cuarto; seguro estaba en algún lugar del primer piso, debajo del cuarto, por lo que tendría que bajar unas escaleras oscuras a una casa desconocida. Descarté la idea. Con cuidado abrí un poco la cortina, desde donde comprobé que no había nada al lado del foco, solo la cornisa pintada de blanco. Mire hacia afuera a la calle vacía. No había nadie, todo estaba estático, pero no me tranquilizó. Volví a acostarme, desde donde poco a poco pude ver como se dibujaba con mayor claridad el vampiro en el exterior. Era negro, del tamaño de un niño y sus alas lo cubrían por completo. No podía ver su rostro y claro, no estaba ahí pero lo podía ver desde el sillón.

El asunto se fue convirtiendo en insomnio. Comencé a preocuparme, pues por un lado sabía que no era real, por otro, me daba miedo cerrar los ojos. No tenía un reloj así que el tiempo pasaba en silencio, sin sentido, solo con esa luz exterior que no tapaba las cortinas y con esa figura inmóvil expectante. Me tapé con las cobijas, pero eso era un mal plan, cerraba los ojos y temblaba un poco. Al abrirlos todo seguía igual, irreal, incomodo. Pensé más de una vez que debí aceptar las ofertas de irme a dormir con alguien más, pero ya era tarde para eso: fuera del cuarto era otro mundo y no quería ser cobarde e ir a tocar alguna puerta. Comencé a agregarle detalles al vampiro, como ojos debajo de las alas y un peinado, pero seguía inmóvil ahí, no volteaba en mi dirección. No esperaba que entrara, porque confiaba en el ventanal, que no podía abrirse, solo tenía unas pequeñas rendijas de vidrio que se cerraban con una palanca. Tampoco esperaba que abriera sus alas o se moviera, porque no era real y eso sería solo otra cosa que estaría imaginando.

Lo que me asustaba es que tocara el ventanal.

No sé cuánto tiempo pasó antes que el sueño me venciera, pero desperté con el amanecer antes que los demás. No me levante, pero pude comprobar desde ahí que el vampiro ya no estaba. Pude ver el monte y la farola apagada a través de la cortina. No intente volver a dormir, solo me quedé esperando mientras escuchaba el trino de los pájaros y el rumor de uno que otro automóvil circulando en la calle debajo. Todo volvió a la normalidad. Cuando más tarde me preguntaron uno a uno mis familiares como había dormido, mentí. Porque es fácil mentir a la luz del día.

Nunca más he vuelto a ver un vampiro ni a dormir en ese cuarto.

«Ahora que lo pienso, me gustaba ver los Munsters».

Día 307.

Cuarto post de vampiros. Creí que serían menos a decir verdad, pero ya encarrerado el ratón…

Aterrizamos entonces en la leyenda Rumana del Strigoi con sus tres variaciones: Strigoiaica que es una bruja, Strigoi viu que es un vampiro vivo o un brujo, y el Strigoi mort, el vampiro no-muerto. En este último es en el que se basó Bram Stoker para hacer Drácula.

La verdad, no soy muy fan del libro. Está padre pero termina muy tajante. Hay unas verdaderas obras de arte derivadas de la novela, por ejemplo la peli Dracula 2000, donde Drácula es en realidad Judas Iscariote, o Bram Stoker’s Dracula de Francis Ford Coppola (quien al parecer no leyó el libro), donde Drácula maldice y renuncia a Dios, porque su novia murió mientras estaba empalando húngaros. Promete entonces regresar de la tumba para volverse ivol. Un detalle interesante es que sus víctimas regresan de la tumba de manera involuntaria y comparten su carácter blasfemo, ¿supongo que dan un curso de inducción al regresar de la tumba?

Bueno, mentí, no son buenas pelis.

Pero me dan pie a la mezcla entre las creencias judeo-cristianas y los vampiros. A pesar que ya quedó asentado que las leyendas sobre seres con características de vampiro son muy antiguas, es en la edad media cuando se popularizan, ya cuando se ha consolidado el cristianismo en Europa en sus diversas variantes y claro, con sincretismos locales. Entre ellos tenemos que hay muchas maneras de volverse un vampiro: ser mordido por uno; ser un criminal ejecutado; una maldición de una bruja; morir sin estar casado; llevar una vida pecaminosa; morir por suicidio. Estas tres últimas tienen ese componente moralista cristiano bien determinado.

En Vampires de John Carpenter, Valek el vampiro, fue un cura que cayó en desgracia al hacer una rebelión contra la iglesia; en Alucarda, monjas tratan de hacer un exorcismo a Justine quien ha hecho un pacto infernal, pero muere desangrada y regresa como vampiro. Estos ejemplos modernos siguen la línea de que alejarse de la iglesia es malo, por lo que justo lo contrario, daña a los vampiros. Es por eso los medios tradicionales de protección aparte del ajo son crucifijos, tierra consagrada, agua bendita. A final de cuentas, ser vampiro es una maldición.

La mejor manera de defenderse de la maldición es la profilaxis de cualquier sospechoso de ser un vampiro. Esto es más fácil cuando todavía están en su tumba, por eso se acostumbraba ponerles estacas de metal a los fallecidos, asunto que está bien documentado, con montones de cadáveres en Bulgaria como prueba. Otros métodos incluyen decapitación, quemarlos, exorcizarlos, enterrarlos boca abajo para que cuando despierten no puedan salir… en serio.

¿Saben cuál es un método que no funciona? La luz solar. Obvio un vampiro sale de noche porque es lo que hacen las creaturas de la noche, dah, pero eso no significa que con un rayito de sol se van a quemar. Pero, ¿saben con qué sí se pueden defender del vampiro? Con un costalito con sal o arroz. En cuanto se acerque, tiras el contenido al piso y el vampiro se verá obligado a contar cada grano porque padece de aritmomanía, ósea la compulsión de contar cosas. Como lo prueba Count von Count de Plaza Sésamo.

Continúa un último post.

«Que horrible maldición».

Día 306.

Tercer post de vampiros.

Los humanos somos viajeros por naturaleza y con los viajes diseminamos la información que guardamos, incluyendo leyendas que se mezclan con el tiempo con las ya existentes en el lugar destino. ¿La Llorona es de América o de España? De ambos lados, pues a pesar que ya existía la protohistoria aquí, con la llegada de los españoles toma otra forma, la cual después es también llevada a España y se discurre por Latinoamérica cambiando en cada lugar que llega. Sincretismo, pues. Con los vampiros, pasa lo mismo, aunque la base y las mezclas son de mayor extensión tanto territorial como de tiempo.

El concepto moderno del vampiro está fundamentado en leyendas en el crisol de Europa del Este, donde hasta la fecha a los niños se les asusta con historias de seres que acechan en la noche. Una de esas creaturas que siguen vigentes es Lamia, en Grecia, que es una mujer-serpiente devoradora de niños, cuyos orígenes remontan a la mitología griega, donde aparece como una de las amantes de Zeus que fue castigada por Hera, obligándola a devorar a sus propios hijos. Hasta la fecha esta leyenda la siguen utilizando los padres griegos para que sus hijos se porten bien. ¿Saben dónde hay un reflejo en México de esto? En cualquier feria, donde se presenta la ilusión de la mujer serpiente transformada por desobedecer a sus padres. En otras versiones modernas, Lamia es una seductora de hombres a quienes chupa la sangre.

Aparece también la interpretación medieval judía de Lilith (quien por cierto merece un post completo), quien se puede convertir en animales y seducir a sus víctimas, haciéndoles creer que es inofensiva. Esta versión mata a las madre y a los recién nacidos, de quienes bebe su sangre, se come su carne y les chupa los huesos. Scary shit. Pero pierde sus poderes si alguien conoce su nombre, por lo que había amuletos para protegerse de ella. En Albania esta Shtriga, una mujer que se transforma en insecto y chupa la sangre de infantes mientras duermen; a esta se le puede evitar la entrada poniendo una cruz hecha con huesos de cerdo en la entrada de la casa. ¿Notan cómo se van mezclando rasgos? Igualmente mutan las historias, en donde las mujeres como vampiro siguen otro camino, el de los Súcubos y otras entidades femeninas.

En algún punto las leyendas de no-muertos entran en el caldo de cultivo. Tenemos entonces a Strzyga, de Polonia, también cambiador de forma, pero con la variación de que puede ser un bebé que haya nacido con dientes, o con dos corazones, o dos líneas de dientes, un sonámbulo sin pelo en las axilas… ok, eso está muy específico, pero quien soy yo para juzgar las supersticiones ajenas. El caso es que tiene dos almas, y cuando un Strzyga muere, una de sus almas se queda en la tierra para atormentar a los vivos, volando en las noches con forma de búho para chupar la sangre de los viajeros y comerse sus entrañas. En Rumania se puede trazar una línea a la especialización con el Moroi, un fantasma que sale de la tumba para jalar energía vital de los vivos (justo el que no me acordaba en el post anterior) y el Strigoi, un espíritu intranquilo que se ha levantado de la tumba que puede volverse un animal, hacerse invisible y chupa sangre para alimentarse.

Eureka. Encontramos al vampiro de Bram Stoker.

Continúa en el siguiente post.

«Horrible la Lamia».