Día 366.

¿Qué harías si un día te dijeran que te queda un año para vivir?

Con esa frase inicié este blog hace ya un año. Es justo terminarlo así. Nadie me hizo esa pregunta, me la hice yo mismo.

Hoy es el 21/12/12 como podrán apreciar en el título, y hoy, se acaba el mundo. Aunque para mí se acabó ayer.

Tengo que hacer una confesión. Este blog no trata de lo que creen. Solo un par de personas saben de qué trata, y aún ellas, no tienen bien definido el asunto. Pongamos las cartas sobre la mesa entonces.

El año pasado, me encontraba en un punto muerto en mi existencia. Sin trabajo, planes definidos, confundido con un montón de posibilidades pero pocas opciones reales de hacia dónde me dirigía.  El tiempo me avanzaba rápido, sin sentido, estaba fuera de ritmo, por más que intentaba adecuarme, lo que hacía era pretender.

Un buen día, me dije «hasta aquí».

Me di cuenta que podía asegurarme un futuro, tan solo tenía que dejarme llevar un poco, aceptar algunas cosas, dejar sueños atrás y doblegarme. Volverme un perro gordo, dejar la fantasía de ser un lobo flaco, aprovechar mis habilidades y listo, como cualquier cosa volverme uno más de la masa. Como decía un amigo a quien extraño «la casa de Infonavit, la mujer fea, el trabajo mediocre». Todo estaba a mi alcance, listo para ser tomado, tan solo tenía que dejar de elegir; saldría bien, la gente que me ama me hubiera felicitado.

No quise.

Caí en cuenta que las historias se repetían. Cada que veía a la gente que me importa se iba la plática en «¿te acuerdas cuando hacíamos ____?», «estuvo bien padre cuando ____», o, ante cualquier invitación a algo que valiera la pena «ijole, quisiera ir pero tengo que ____».

Me asuste.

¿Cómo era que tan joven viviera en un mundo tan viejo? La respuesta, es que me estaba haciendo viejo. No estaba envejeciendo, me estaba haciendo viejo. Una cosa tiene que ver con el tiempo, la otra con quedarse estático. Decidí que quería moverme. Pero me encontré, que no tenía a donde ir o piernas fuertes para hacerlo. Eso pasa cuando se dejan atrofiar las cosas. El asunto se tornaba desesperante. Tal pareciera que me hubiera agotado.

Comencé a hacer cambios en mi vida, deshacerme de las cosas que no ocupaba, cambiar de malos hábitos, amistades nuevas, aprender cosas nuevas, ejercicio y una actitud positiva; retomar las cosas que había ido dejando atrás, arreglando las cosas.

Pero era una trampa, estaba haciendo justo lo que más temía: poniéndome cómodo. Soy una persona que se maneja mucho mejor cuando hay caos.

Me gustaría decir «de súbito», pero no es cierto pues tomó años, fui dejando esa parte caótica, amarrándome a cosas sin sentido, sin valor, tan solo porque estaban ahí. Me volví indolente, conformista y llenándome del gris que acompaña al invariable descoloramiento de las cosas puestas al sol.  Dejé de asumir retos, pasar las oportunidades, soñar en grande. Me preocupaba el que ya no estuviera a tiempo. Entonces decidí aventarme al toro por los cuernos, rápidamente arrollado por la realidad que me hizo a un lado con la velocidad de un ejército que no tiene tiempo más que de romperlo todo.

«Walk on home, boy». El asunto me pego duro.

Pero al menos fue un aviso. Estaba haciendo las cosas mal. Era tiempo de abandonar ese rumbo y armar un plan, porque hasta ese punto, seguía luchando con un estilo que estuvo de moda cuando era adolescente. El nuevo plan, aprender a cambiar las reglas del juego.

Soy una persona muy inteligente, así con esa modestia lo digo, pero que no siempre le hago caso a esa parte de mí. Me puse a pensar en lo que quiero para mi vida, dándome cuenta que no tenía las herramientas para ello; no porque no supiera cuales eran sino porque no las estaba practicando, me faltaba disciplina y una mentalidad elástica. Siempre he dicho que todo problema tiene más que una solución, así que me puse a poner en práctica ese mantra.

So, así que creé este blog.

¿No he sido claro? Lo lamento.

Este blog no es una libreta, tampoco un lugar para descargar frustraciones o esperar ser leído. Es una bitácora para un objetivo muy claro, el convertirme en quien siempre he querido ser.

Escritor.

Como excusa tomé El año del fin mundo, pues me daba un año para practicar. Elegí que fuera un blog para poder ir viendo que tal iba avanzado, recibir críticas al respecto y darme cuenta en qué estaba fallando. Pero eso solo es una parte. La otra era convertirme lo que siempre he pregonado como debe ser un hombre: que toma decisiones y vive con las consecuencias. Por tanto decidí durante ese año hacer todas las cosas que siempre he querido hacer.

¿Ya más claro? Muy bien. Eso es con lo que inicie. Ahora después de un año, ¿qué ha sucedido?

(suspiro)

Mucho. Muchísimo. Mucho más de lo que pude imaginar. Este año ha sido uno de los más difíciles, estresantes y complejos que he vivido. También, uno de los más satisfactorios.

He hecho y desecho muchas cosas, he tomado decisiones difíciles y he aprendido que el resultado es sensible a ser interpretado y modificable. He aprendido a dejar de manejarme con los absolutos con los que inicie. He tenido grandes experiencias, he cometido errores fuertes; entendí que tengo limites, también que otros limites que me había puesto no lo son; he superado miedos, he sido superado por otros; he lastimado y he sido lastimado; he encontrado seres maravillosos y perdido otros que me pesan mucho. He tenido muchos maestros nuevos.

Sobre todo, he aprendido, que es lo que no quiero.

Como podrán ver, faltan entradas en el blog. Llegue a la nada despreciable cantidad de 243 incluyendo este. Faltan 124.

Y está bien.

Hace un año, hubiera dicho que fracasé. Que no logré el objetivo, por tanto, volví a fallar. Ahora no pienso eso. Durante los últimos meses, decidí que había cosas más importantes por hacer que obsesionarme con el blog. Para los lectores que me siguen desde el principio, recordarán que era muy cerrado a que debía escribir una entrada cada día antes de las 12 de la noche sin excusa ni pretexto. Esto se volvió un tema central, hasta que me di cuenta que no estaba disfrutando lo que hacía. Con el tiempo, llegó la decadencia y el resurgimiento; el olvido y la certeza de continuar. Y también llegó algo mucho, mucho más importante.

Encontré a alguien.

Hacía tiempo que la había visto, me encantó desde el inicio. Pasó el tiempo y decidí que quería conocerla. Después de conocerla, decidí que quería estar con ella. Comencé a tomar decisiones arriesgadas, comprometerme con ellas y hacer las cosas para que sucediera. El camino no fue fácil, luchando contra demonios, espantando fantasmas, flaqueando.

Es con quien quería estar. Pero tenía un tiempo límite.

No me extrañó enterarme que se iba justo en estas fechas; después de todo, las cosas este año se han dado con mucha precisión. Cada camino se ha abierto con un recorrido, además de un costo. En este caso, fue enamorarme a sabiendas que se iría. Bien pude haberme negado, sabiendo lo que pesa el estar con alguien para luego perderlo, sobre todo con poco tiempo de conocerlo. ¿Cómo arriesgar el corazón si al final no se sabe, se va sufrir?

Pues sencillo. Haciéndolo.

Por esas mismas fechas comencé a tener un trabajo al cual me ha dado muchas oportunidades, además de exigirme cosas para las que me he preparado; nunca me ha pedido algo que no pueda hacer y a cambio, me ha dado la oportunidad de rascarme con mis propias uñas, arriesgarme aún más y aprender. Los últimos meses han sido una montaña rusa, en donde he ido aprendiendo a priorizar lo que más me importa, procurando perder el menor tiempo posible, pero no ha sido fácil siempre he tenido que luchar contra esa vocecita que me dice que no puede durar, que estoy falseando, que no estoy en el trabajo ideal, que no estoy escribiendo. Llegó el momento en que resultaba obvio que el escribir al ritmo que buscaba, resultaría en que no cumpliera con mi propio objetivo de ser quien quiero ser. Tratar de hacer todo contra reloj resultaba desgastante, ridículo y fue cuando aprendí una lección muy importante.

Si quieres algo, estate dispuesto a sacrificar.

Por otro lado, los últimos meses me han hecho muy feliz. Aun sabiendo que terminarían. Armamos un mundo, una historia y una vida juntos llena de momentos. Tratamos cada uno a su modo de sobrellevarnos, seguirnos y estar, existir. Lo que siento por ella es algo privado, no para este blog. El día de su partida, la acompañé hasta el último instante, dejando que mi imbuyera su persona. Cuando solté su mano y la perdí de vista, pensé por un instante en que momento me derrumbaría.

Pero no. Ese momento no llegó. En su lugar sentí alegría por haberla conocido. No hubo promesas, solo puede ver acciones.

El fin del mundo llegó. Y es solo eso.

Ahora que ha terminado, sigue todo un mundo nuevo, una existencia diferente, decisiones nuevas por tomar. Claro que tenía que terminar antes, claro que el fin llega cuando menos lo esperas; claro que se derrumban cosas, también que tanto estoy dispuesto a dejar que caigan. Siempre he dicho que El fin del mundo es personal. En mi caso, aprendí a compartirlo.

¿Qué harías si un día te dijeran que te queda un año para vivir? No lo sé. He puesto lo mejor de mí y he procurado dar mi mayor esfuerzo, no sé qué ocurriría en otras circunstancias, pero quiero pensar que lo puedo volver a hacer. Este año hice mucho, pero también generé muchos pendientes.

He visto a mis amigos caer, los he visto resurgir. Veo que comenzamos a escribir historias nuevas, veo que el futuro está mañana. «La cacería de mañana, es mañana», se lee en el Libro de las tierras vírgenes. Para mí hoy es un día de descanso, la tormenta ha pasado, ya terminó. Hay 124 escritos por hacer, hay pendientes que terminar, mucho que realizar; todos se harán, porque el tiempo es solo eso. Los sueños ya no se ven tan imposibles, tengo nuevos, he cumplido viejos. Me falta mucho, porque es un camino que no va acabar y eso me gusta. Por ahora, descansaré, saldré a la calle a disfrutar del final de los demás.

Les deseo el mejor Día del fin del mundo que puedan tener.

Nos vemos del otro lado.

«This is you and this is me, and we are on a boat».

Día 365.

1 día para el fin del mundo.

¿Ya todos listos?

¿No?

Lástima.

Bueno, los últimos preparativos son importantes, llegando al grado que en las películas de Kurosawa se plantea que los samurái justo antes de entrar en batalla detienen las hostilidades para prepararse, quitándose la ropa que les estorba, sacando la espada de su funda y soltando esta. Son solo unos instantes que hacen toda la diferencia. Dado que no tengo lectores samurái, imagínense que es como conseguir un encendedor para destapar las chelas y comprar algo de botana.

De mi parte, un preparativo importante es la música, el soundtrack para el final de los tiempos. Como el mundo dice que «escucha de todo» pero a la hora de la hora dicen «pero esa no», les dejo una selección variada con uno que otro lugar común, de lo que voy a traer mientras escribo el último post durante el inminente apocalipsis, cada una apropiada para un final distinto. Recomiendo leer las letras de cada una, después de todo, cada final es personal.

Nine Inch Nails – The day the whole world went away. Retumba con un ritmo mecánico una guitarra distorsionada y filtrada, como si fuera un pistón de una fábrica abandonada mientras la voz de Reznor se mueve con suavidad hacia la agonía. Por si llega sin avisar la muerte térmica del universo, el congelamiento e inmovilidad de todo.

Mono Blanco – Se acaba el mundo. Son jarocho retesabroso para bailar pegadito con una chica con minifalda. Crítica social de cómo estamos destruyendo la naturaleza, armando nuestra propia destrucción, la guerra es densa  y… ya no tienes excusa para no ponerte la del puebla. Esta es excelente si lo que ocurre es la muerte del caguamo.

KMDFM – Last things. Lucia Cifarelli pide que nos demos cuenta de las mentiras, manipulaciones y los horrores de ser un engrane inconsecuente de una clase política que domina todo; incapaz de hacer algo mientras la sociedad es conducida hacia una guerra anónima, todo a ritmo de música industrial a alta velocidad. Ideal para la guerra termonuclear que devastará todo.

The Cure – The end of the world. Esta no porque me hiere. Robert Smith siempre tiene la manera de decir las cosas que uno no se atreve, sacar las cosas tal como se sienten con una mezcla de dolor y vació, hablando de una separación. Aunque tiene décadas de estar felizmente casado. Buen tema para un terremoto que se lleva todo dejando confusos a los pocos supervivientes.

Ángeles del Infierno – El principio del fin. ¡Merol! guitarrazos bien padres para mover la mata. Los cuatro jinetes del apocalipsis ya tienen tema, ni para que buscarle otro. Guerra, peste, hambre y muerte.

R.E.M. – Is the end of the world as we know it (and i feel fine). Bonita, divertida, rápida, difícil de cantar, esquizofrénica. No estoy completamente seguro de que quiso decir Michael Stipes con esta rola, tampoco me importa mucho porque es así como que bailable. Mi voto es que es para intentar sobrevivir durante la invasión de zombies, con todo el sonido ambiental en off y solo esta rola sonando mientras se le dispara a las hordas con una sonrisa.

Marilyn Manson – Ashtonishing panorama of the end times. Sí, lo mío es la música industrial, fan de Manson desde siempre aunque ya esté gordo y fofo. Me gusta en particular el mono de dos cabezas (de plastilina) que sale en el video. Critica del estilo de vida consumista de la sociedad norteamericana. Himno para la segunda venida de Cristo tan cacareada por los tele-evangelistas del otro lado de río que proclaman que si no les das dinero no vas a ser salvado. Aleluya reverendo Manson.

The Doors – The end. No safety or surprise, the end. Una de las canciones que más me han inspirado a escribir cosas, aunque nunca he estado seguro de lo que sean. Me suena como estar acostado en un charco de sangre, con una herida abierta inmovilizante mientras todo se vuelve oscuro. Todos nos volvemos locos y salimos cuchillo en mano a matar al vecino.

Chico Che – Huy que miedo. Chicho Che es lo mejor después de los tacos al pastor. La inminente invasión extraterrestre está aquí, queda mover el bote mientras nos llevan a todos. Póngase recio y saque a bailar a la morenota de la mesa vecina, ni para que sufrirle.

Tool – Aenema. Maynard lo hace bien. Ve el final con displicencia, respirando que por fin se acaban todas las estupideces con las que vivimos, un espectáculo para observar desde la ventana, dando un consejo irónico que si se van a levantar las aguas e inunden todo, más vale haber aprendido a nadar. Meteoro cae, provoca maremoto, barre la ciudad, muerte acuática y pulmones colapsados.

Blue Öyster Cult – (Don’t fear) the reaper. Me gusta mucho la guitarra, sencilla, pero ominosa, como un viento frio que se lleva todo. La muerte llega en persona en su clásica mortaja y su guadaña, cosechando almas y marchitando la vegetación a su paso; enfermedad rápida, manos al cuello y caída al suelo con espuma en la boca.

Apoptygma Berzerk – Until the end of the world. El gallinazo dark, favorita con la que inicié el gusto por la música de Stephan Groth. En este momento me resuena mucho, y solo por ser tan buena, le asigno un final épico en la que enfrentaremos a Cthulhu cuando despierte aun perdiendo la razón y con la certeza de ser devorados. No hay final cuando se lucha contra el destino.

U2 – Until the end of the world. Mismo título que la anterior. Bono sale con una chica depresiva que le habla del fin del mundo, así que la pone borracha y le da un beso que le rompe a ella el corazón. Después Bono se arrepiente. Me gusta para un final en donde la gente se deja morir de tristeza y desesperanza. Créanlo o no, es factible que algo así ocurra.

Con estas 13 canciones, llegamos casi al final, queda un post por escribir. Los veo en un rato, ya sea aquí o en otro plano.

«Time to die».

Día 364.

2 días para el fin del mundo. Prepare su cuota.

En el banco. Una niña de unos dos años se ha escapado un momento de su madre, ha corrido unos pocos pasos, se ha sentado a mi lado y me ha sonreído, le sonrío de vuelta. Me enseñaron hace poco es la forma de urbanidad correcta ante una sonrisa infantil. Antes creo que hubiera tratado de ignorarla porque nunca estoy seguro como interactuar con los niños, ¿se les pregunta si se les ofrece algo?, ¿se les hace notar que tienen las manos pegajosas? Creo que no.

En fin. Queda poco tiempo.

Pobres, pobres de los mayas, sus cadáveres y sus petroglifos, o cualquier cosa relacionada con ellos. Son como el niño gordo a la hora del recreo que solo lo invitan a jugar para ver cómo se cae. En las últimas semanas me he encontrado con montones de artículos que buscan desenmascarar la idea de El fin del mundo, lo cual es decepcionante porque las estuve esperando todo el año y hasta el último momento se han dedicado a sacarlas: como morros de secu que dejan el trabajo final para el último día. Bueno hay una amplia gama ahora, desde publicaciones científicas que marcan todos los errores de traducción de la lengua maya; interpretación del calendario de cuenta larga; periodistas tendenciosos afirmando en base a su sacrosanta gana que la profecía es equivocada; figuras religiosas menores pidiendo por la fe en Cristo (obvio, cada quien defiende su propia marca del fin de los tiempos; hasta el Papa pidiendo calma, que no pasa nada. Por último, la burla directa en forma de memes, chistes o videos de cualquier hijo de vecino contra los mayas.

¿Y los mayas que culpa tienen? Cada quien mira lo que quiere, torciendo los ojos de preferencia.

No hay deporte más practicado que dedicarse a hacer tropezar a los demás sobre todo cuando advierten que algo va a pasar. Todos temen a las profetas, por lo que no extraña el regodearse cuando no ocurre lo que dicen. Pero el caso de los antiguos mayas es aparte, pues nunca han dicho nada (el polvo no habla), solo hay un calendario que cada uno usa como se le antoja y nuestro invariable apetito por querer que nuestra vida sea lo más importante, que el lapso de tiempo que habitamos es cuando va a ocurrir un evento tan espectacular como nunca volverá a ocurrir, como lo es el fin de todo. Por eso la tan cacareada interpretación de la cuenta larga.

Nos aterra que el futuro exista cuando ya no estemos.

También nos aterran nuestros propios deseos torcidos, porque en el fondo nadie quiere que el baile termine, así que qué diablos, digamos de antemano que los mayas estaban equivocados, que la muerte no puede alcanzarnos, que está allá afuera, lejos, llevándose solo a aquellos que son estadísticas, veinte palabras en el noticiero, vidas anónimas sin ninguna relación a la nuestra.

Pero está la posibilidad de que lo que sigue es un capítulo extra del Popol Vuh, donde los primeros hombres de barro son desbaratados por las deidades creadoras por ser frágiles y deshacerse. Les fue bien a decir verdad. No como a los hombres de madera, quienes son muertos por un diluvio de agua negra; bajan deidades que les devoran los ojos, las carnes, los nervios, rompen sus huesos, los decapitan; llegan animales salvajes y domésticos a arrancarles la cara; las ollas los atacan, así como las piedras de hogar; sus casas, las cuevas no les ofrecen refugio sino que se derrumban sobre ellos; y por último fueron transformados en monos. Y es que por ser de madera no adoraban a sus deidades, eran crueles con los animales y no cuidaban de sus ollas. Ouchi. Pero después llegaron los hombres de maíz, que si no me equivoco somos nosotros, así que todo bien. A menos claro, que hubiera suficientes razones para que las deidades decidieran volver a hacer consejo y ver cómo van las cosas, después de todo tiene rato que no pasa. En ese caso es probable que no les guste lo que encuentren, pues casi nadie recuerda sus nombres, tampoco somos amables con los animales ni con nuestros utensilios. Puede que se decidan por otro reinició imaginativo de dolor y muerte.

¿Quizá eso satisfaga nuestro deseo de ser importantes? La ironía sería que justo lo que tanto pregonamos a un tiempo desechar y burlar por improbable, ocurriera puntual.

Protip: pase lo que pase, cuide a su perro y no deje que se llene de hollín su olla. 

«Por algo la piedra es tan poderosa».

Día 363.

Última parte.

Termino de leer Aura de Carlos Fuentes. Es muy bueno. Durante todo el drama que se hizo a principios del siglo al respecto, no me interesó meterme en la discusión de que no fuera una lectura inapropiada para chicos de secundaria debido a su contenido erótico. La verdad es que me dan hueva las censuras a las letras por cuestiones de sexo. Creo que es una excusa fácil para generar polémica, por eso no lo leí, es más hasta esas fechas no lo había escuchado mentar. Creo entender la molestia del ex-secretario del trabajo, de que su hija adolescente leyera:

«Felipe cae sobre el cuerpo desnudo de Aura, sobre sus brazos abiertos, extendidos de un extremo al otro de la cama, igual que el Cristo Negro que cuelga del muro de su faldón de seda escarlata, sus rodillas abiertas, su costado herido, su corona de brezos montada sobre la peluca negra, enmarañada, entreverada con lentejuela de plata. Aura se abrirá como un altar. Murmuras el nombre de Aura al oído de Aura. Sientes los brazos llenos de la mujer contra tu espalda. Escuchas su voz tibia en tu oreja: ‘¿Me querrás siempre?‘».

Supongo que el asunto es acerca de que Aura y el Cristo Negro están en la misma posición, y después se da entender que Aura se la follan, lo que hace el asunto levemente sacrílego.

Supongo.

Lo que me sorprende es que no le molestara la parte en que degüellan a un chivo o todas las otras referencias a brujería. Pero bueno, es más probable que a una adolescente pierda su virginidad a que decida vender su alma al diablo, lea o no un libro con cualquiera de esos temas. Ahora que lo pienso, no recuerdo a nadie en las notas periodísticas que leí en aquel tiempo que le molestara. Todo giraba en torno a que las escuelas católicas son malas por no dejarte leer cosas. Puritanismo aburrido de ambos lados.

Pero de lo que estaba escribiendo era acerca de literatura de terror, a la que Aura corresponde. En definitiva asusta.

Sí, Carlos Fuentes es un autor serio, una vaca sagrada que lee la gente culta; sí, a la fecha los literatos mexicanos siguen dividiéndose en Team Carlos Fuentes y Team Octavio Paz, creo ya más por tradición que otra cosa. Ah, pero Paz también tiene al menos una narración de terror corta, titulada El Ramo Azul, que todo el mundo debería leer y del que entre menos les diga, es más. Hay que hacer notar que otros artistas mexicanos de prestigio incursionaron en el tema. Juan José Arreola tiene entre otros Un pacto con el diablo, que inicia con humor para avanzar a una senda oscura; y La migala, cuento cuya primera línea reza:

«La migala discurre libremente por la casa, pero mi capacidad de horror no disminuye».

Si tienen duda, una migala es un modismo para una araña grande y venenosa. Prrrr.

José Emilio Pacheco tiene Tenga para que se mantenga, una historia sobrenatural acerca de la desaparición de un niño a plena luz del día en el bosque Chapultepec. Francisco Tario tiene Entre tus dedos helados, historia onírica, de un joven atrapado en un sueño donde tres policías lo acusan de haber cortado la cabeza a una estatua que se parece a una chica desaparecida. Elena Garro tiene La culpa de los tlaxcaltecas, un cuento extraño de una mujer que se desplaza de manera cada vez más prolongada a la época de la caída de Tenochtitlan y es perseguida por un indígena ensangrentado. Cada uno tiene un estilo, cada uno se aproxima a lo macabro desde ángulos diferentes.

Tenemos entonces escritores mexicanos del siglo XX haciendo terror, pero ninguno lleva ese denominativo, porque a los académicos latinoamericanos, al igual que sus contrapartes anglosajonas, les desagrada el término por poco serio. En su lugar, los ponen en una canasta de tamales grandota llamado «Boom latinoamericano», donde lo que se mezcla son autores, no obras. De ahí, estas historias dado su estilo pueden caer en el «Realismo mágico», que es una suerte de definición para las historias que mezclan lo imaginario y lo real como algo cotidiano en Latinoamérica, o en «Literatura fantástica», y sanseacabó. Si notan, es un proceso diferente al de Europa y Norteamérica, donde se usaban diversos sustitutos o eufemismos para no llamarlo terror/horror. Aquí la solución fue comprimirlos en apenas un par. Admito que con el paso de las décadas poco a poco se ha ido catalogando de forma más detallada. Aquí cabe responder una pregunta:

¿De qué demonios sirve catalogar un escrito como terror/horror?

Respuesta: Porque si no, no sabríamos que está ahí.

El terror es un género que, como he tratado de ir mostrando en esta serie de posts (y en otros de este mismo blog), se encuentra presente desde que nació la literatura, pero a diferencia de otros, son muy pocos los textos y autores que un lector pueda nombrar. Su valor literario se encuentra desdeñado, encasillado, lo que ha provocado que su desarrollo se anegue. Se siguen escribiendo las mismas historias, se siguen mostrando los mismos monstruos, pues con apenas un puñado de referentes, es difícil encontrar otros puntos de partida. Al redescubrir artistas, al revalorizar historias, se llenan los huecos lo que le permite a los escritores generar nuevas ideas; a los lectores, conocer y apreciar diferentes narrativas. No por nada tantos autores de renombre han incursionado en sus propias pesadillas: siempre hay otras por experimentar.

Para terminar, hay otra vaca sagrada que es su propia categoría.

Juan Rulfo y su Pedro Páramo, obra que se ha traducido a 30 idiomas. Ya con esto es la obra mexicana más conocida en el mundo, ninguna otra se le acerca siquiera. Es mi opinión que es una historia de terror. Escandaloso, lo sé. Siempre es mejor decir que es la piedra angular de la literatura mexicana post-revolucionaria o que es realismo mágico. Eso no cambia el carácter del pueblo lleno de fantasmas, de los muertos que platican entre sí dentro de sus tumbas, o los escenarios lúgubres. Y bueno, la verdad es que mi opinión no es impopular entre un sector amplio de los lectores, es tan solo un secreto a voces. Es fácil de demostrar, con el siguiente fragmento de la novela:

«Sí —volvió a decir Damiana Cisneros—. Este pueblo está lleno de ecos. Yo ya no me espanto. Oigo el aullido de los perros y dejo que aúllen. Y en días de aire se ve al viento arrastrando hojas de árboles, cuando aquí, como tú ves, no hay árboles. Los hubo en algún tiempo, porque si no ¿De dónde saldrían esas hojas? Y lo peor de todo es cuando oyes platicar a la gente, como si las voces salieran de alguna hendidura y, sin embargo, tan claras que las reconoces. Ni más ni menos, ahora que venía, encontré un velorio. Me detuve a rezar un padrenuestro. En esto estaba, cuando una mujer se apartó de las demás y vino a decirme: 

—¡Damiana! ¡Ruega a Dios por mí, Damiana! 

—¿Qué andas haciendo aquí? —le pregunté. 

Entonces ella corrió a esconderse entre las demás mujeres. Mi hermana Sixtina, por si no lo sabes, murió cuando yo tenía doce años. Era la mayor. Y en mi casa fuimos dieciséis de familia, así que hazte el cálculo del tiempo que lleva muerta. Y mírala ahora, todavía vagando por este mundo. Así que no te asustes si oyes ecos más recientes, Juan Preciado. 

—¿También a usted le avisó mi madre que yo vendría? —le pregunté. 

—No. Y a propósito, ¿qué es de tu madre? 

—Murió —dije. 

—¿Ya murió? ¿Y de qué? 

—No supe de qué. Tal vez de tristeza. Suspiraba mucho. 

—Eso es malo. Cada suspiro es como un sorbo de vida del que uno se deshace. ¿De modo que murió? 

—Sí. Quizá usted debió saberlo. 

—¿Y por qué iba a saberlo? Hace muchos años que no sé nada. 

—Entonces ¿Cómo es que dio usted conmigo? 

—… 

—¿Está usted viva, Damiana? ¡Dígame, Damiana! 

Y me encontré de pronto solo en aquellas calles vacías. Las ventanas de las casas abiertas al cielo, dejando asomar las varas correosas de la yerba. Bardas descarapeladas que enseñaban sus adobes revenidos. 

—¡Damiana! —grité—. ¡Damiana Cisneros! 

Me contestó el eco: «¡… ana… neros…! ¡… ana… neros…!»» 

Descanso mi caso.

Fue un gusto.

«Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para el que viene, baja».

Día 362.

Escribir esta serie acerca de textos macabros me ha hecho leer y releer bastante, pues de algunos no recordaba bien los detalles. Otros, los fui encontrando referenciados, así que decidí leerlos en el trayecto. Esto ha hecho que me tome más tiempo de lo habitual realizar estos escritos, pero ha resultado provechoso: he ido sacando algunos de una larga lista de pendientes, he conocido autores nuevos para mí y estoy apreciando textos bajo una óptica más amplia.

Continúa del post anterior.

«La rosa no dejaría de ser rosa, tampoco dejaría de esparcir su aroma, aunque se llamara de otra manera».

Así le dice Julieta a Romeo desde su ventana.  

En el caso de la literatura de horror sucede algo similar: aunque se llame de otra manera, su aroma persiste. No siempre es una esencia fuerte, puede que sea solo un eco dentro de otros con mayor dominio en la mezcla, pero cuando se percibe se queda marcado en el cerebro. Hay lecturas que utilizan el horror como base, y dependiendo el grado de concentración, se obtienen alquimias diferentes, claro, dependiendo de la maestría del perfumero para hacerlas. ¿Sabían que hasta hace unas décadas los perfumes llevaban como fijador una excreción de ballena? Ambergris, una sustancia que los cachalotes defecan. A todo mundo le encantaba aunque no supieran que estaba ahí. Tampoco es que necesitaran saber.

Disgrego. Regresemos al autor de la frase inicial, William Shakespeare, quien sabía muy bien cómo sacarle provecho a los ingredientes más extraños. Casi toda su creación artística son obras de teatro, divididas en comedias y tragedias, con Sueño de una noche de verano como ejemplo de las primeras, Otelo de las segundas. Al menos tres de estas últimas llevan fibras de espanto: La primera y más conocida, Hamlet, en donde el príncipe del mismo nombre es informado por el espíritu de su padre que ha sido muerto por su tío y clama venganza. A partir de ese punto Hamlet finge demencia, mientras busca averiguar la verdad. Tanto culpables como inocentes son víctimas de los deseos de un fantasma que terminan por destruir a la familia real. Causa particular tristeza el destino de Ofelia. Gran historia en que el horror se percibe poco.

Macbeth. Tres brujas le vaticinan al general Macbeth que se convertirá en rey si mata a su oponente político, cosa que hace culpando a otros. Después, por razones del mismo vaticinio, manda matar a su amigo Banquo, de quien ve su fantasma sentado en su lugar en la mesa de los banquetes. Macbeth es advertido por apariciones acerca de Lord Macduff, por lo que decide matarlo junto con toda su familia. Esta obra por todos lados supura malicia. Un dato cultural que le agrega sabor, es la creencia de que está maldita y que montarla en teatro trae mala fortuna a quien lo hace, esto debido a la creencia que Shakespeare utilizó encantamientos reales de brujas, quienes enojadas hechizaron la obra. Fun times.

Titus Andronicus. No sé qué contarles y que no. Es la obra menos querida de Shakespeare, al punto que durante 300 años no hay registros que fuera puesta en escena debido a sus… peculiaridades. Resumen rápido, Titus es un general que regresa a Roma y le mata un hijo a Tamora, reina de los Godos a quien a tiene como prisionera, para calmar los espíritus de los veintitantos hijos que Titus ha perdido en batalla. Tamora busca venganza, así que permite que sus dos hijos supervivientes violen a Lavinia, hija de Titus. Para que no pueda acusarlos, le cortan las manos y la lengua. ¿Qué hace Titus cuando descubre lo ocurrido? mata a los violadores, hace harina con sus huesos con las que cocina empanadas, y con la carne de las cabezas, las rellena. Hay mucho más, pero si quieren conocerlo, tendrán que leer la obra o ver la peli con Sir Anthony Hopkins, quien hace buenos papeles de cocinero caníbal. Cualquiera de las dos opciones tiene para provocar escalofríos.

Continúa en el siguiente post.

«No tengo manitas porque las tengo desconchabaditas».

Día 361.

Ocurre que las historias de terror se pierden, filtradas ya sea entre lo que se consideran las obras importantes de un autor clásico, o desaparecen por décadas junto con el nombre de su creador. A veces estas historias aparecen como si subieran del fondo de un pantano, como es el caso de Amparo Dávila, mexicana, quien después de haber ganado un premio literario importante en los años setenta por un relato dramático titulado Arboles petrificados (muy bueno por cierto), salen a la luz relatos suyos de terror, entre ellos El espejo y El huésped, escritos 20 años antes. Los recomiendo mucho.

Continúo con el post anterior. Hay spoilers de cuentos antiguos.

En este punto, se puede trazar una línea con autores que se han dedicado al terror, así como de aquellos que han incursionado en el género de manera lateral a sus obras principales. Existe también un trazo diferente: autores que utilizan el horror dentro de sus historias como un elemento estético. En lo personal, este estilo es mi favorito, en donde la narración mantiene algo oscuro y macabro debajo, mientras te cuenta una historia en apariencia diferente en la superficie.

No es una tendencia nueva por cierto. El primer relato que conozco al que se lo puedo atribuir, es el cuento XIX del Panchatantra, una recopilación de cuentos hindi con más de dos mil años de antigüedad, en donde un par de amigos se acusan mutuamente por un dinero robado que habían enterrado en un bosque. El culpable trata de engañar a un grupo de jueces solicitando de testigos a las divinidades del bosque, pero la realidad es que ha pedido a su padre que entre en un tronco hueco y acuse a su amigo, fingiendo la voz. Los jueces se dan cuenta del engaño y cuelgan en el acto al ladrón. La forma en que se cuenta la historia es el de una fábula inocente, pero en el final hay un giro brusco que cambia el carácter del relato, volviéndolo cruel.

No es un caso aislado, otras fábulas suelen tener esta estructura, en donde los personajes sufren destinos horribles. Para ejemplificar, El lobo con piel de oveja de Esopo:

Pensó un día un lobo cambiar su apariencia para así facilitar la obtención de su comida. Se metió entonces en una piel de oveja y se fue a pastar con el rebaño, despistando totalmente al pastor. Al atardecer, fue llevado junto con todo el rebaño a un encierro, quedando la puerta asegurada. Pero en la noche, buscando el pastor su provisión de carne para el día siguiente, tomó al lobo creyendo que era un cordero y lo sacrificó al instante.

Es una historia simple, pero no deja por ello tener un giro chocante.

Las versiones antiguas de cuentos clásicos suben de tono este tipo de narrativa, al tiempo que lo van incorporando de forma más natural en la historia. Tenemos la versión de Cenicienta en donde una de las hermanastras se corta dedos de los pies para poder ponerse la zapatilla; Pulgarcito, donde el protagonista engaña a un ogro para que le corte la garganta a sus propias hijas en vez de a él y a sus hermanos; está la manera en que terminan las vidas de 37 de los 40 ladrones en Alí Baba, a quienes vierten aceite hirviendo mientras se encuentran escondidos dentro de unas tinajas, quemándolos vivos.

Brutal merol.

No es difícil identificar el horror como elemento dentro de estas historias que no solo acentúan fragmentos, sino que son parte del tejido de ellas. Cabe señalar que muchas de estas historias buscan transmitir una lección moral o una advertencia, del tipo «No vayas de noche al bosque porque hay monstruos». El miedo es un excelente método de control social. Claro, tampoco hay que dejar de lado la creación literaria por el gusto de ello, el entretenimiento también es una buena razón.

No es de extrañar que con el tiempo la mayoría de estas historias se hayan diluido de manera intencional, lo cual tampoco es algo nuevo, ya que desde el siglo XIX, los hermanos Grimm le fueron bajando el tono en sus recopilaciones. Tal es el caso de la Bella durmiente, que en su versión original de Giambatistta Basille de 1634, titulada Sol, Luna y Talia, la protagonista, Talia, afligida por un largo sueño similar a la muerte, pierde su virginidad violada por un rey quien la encuentra en un viaje de caza y la abandona ahí mismo. Al despertar, Talia se da cuenta que es madre de gemelos. La esposa del rey al enterarse de su existencia, manda por los gemelos para matarlos, cocinarlos y servirlos de comer a su marido. El cocinero engaña a la reina escondiendo a los niños, sirviendo cordero en su lugar. La reina después planea quemar viva a Talia, pero el rey se da cuenta, así que manda quemar a su esposa en su lugar, así como a los que la ayudaron. El cocinero se salva al haber ayudado a los niños por lo que el rey le da una recompensa. Talia y el rey se casan.

Y vivieron felices para siempre.

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«¿Quién dice que el romance está muerto?»

Día 360.

Leo en las noticias que un miembro de los votantes de los premios Oscar no ve las películas de horror nominadas porque va en contra de sus principios cristianos. Obvio estas obras quedan en desventaja al ser anuladas de la competencia. ¿Cuántos otros votantes lo harán? Quien sabe, pero les recuerdo que el horror gana pocos premios de la academia. Regresemos a la literatura y sus propios galimatías.

¿Qué característica debe de tener un relato para ser considerado horror? La respuesta obvia, es que asuste. Pero entramos en conflicto con que el autor puede no buscar asustar y lograrlo; en contraparte el lector puede o no asustarse con una historia dirigida con esa intención, es más puede considerar que no asustaría a nadie. ¿Quién entonces elige lo que es horror? ¿El autor o el lector?

Depende a quien se le pregunte, pues con la etiqueta, viene el peso que esta conlleva.

Entre mediados del siglo XIX y principios del XX comienza a conformarse en un universo común las subdivisiones de relatos góticos, fantásticos o románticos, pero sin ser todavía llevados a una categoría definida. Goethe escribe Fausto, con Mefistófeles, aquelarres y brujas voladoras; Oscar Wilde presenta El retrato de Dorian Grey, con una versión diferente de la venta del alma; El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde de Robert Louis Stevenson, explora la naturaleza maligna que anidamos. Los tres relatos llevan en común la liberación de pulsiones a cambio de perder la humanidad. En resumen, los tres protagonistas se vuelven monstruos, un tema cardinal que hasta la fecha se repite en los relatos de horror, aunque estos en particular no sean considerados como tales… aunque Fausto también tiene una versión cinematográfica de 1926, considerada una de las mejores películas de horror de su época.

H.G. Wells, tiene historias llenas de horrores espaciales en La guerra de los mundos y Los primeros hombres en la luna, pero la primera de 1898, está catalogada como ciencia ficción y la segunda, de 1901, como «romance cientificista», sea lo que sea que eso signifique. También tiene El hombre invisible y La isla del Dr. Moreau, de las que se han hecho diversas versiones de cine con la etiqueta de terror, pero las novelas, no: son ciencia ficción a secas. Y es que H.G. Wells estuvo nominado al Nobel de literatura (aunque no lo ganó), ni modo que su obra sea de terror, a pesar de los marcianos enormes, grises y llenos de tentáculos que con sus máquinas trípodes lanzan rayos incendiarios sobre una población indefensa.

¿Un autor que tenga en su bibliografía historias de terror que haya ganado un Nobel de literatura?

Rudyard Kipling, quien lo ganó en 1907. Tiene cuentos como La ciudad de la noche tenebrosa, un lugar lleno de cadáveres en las calles donde hace un calor insoportable, o La marca de la bestia, acerca de un caso de licantropismo en la India. Claro, lo que se recuerda de Kipling además de El libro de las tierras vírgenes, es su poesía, por lo que queda dentro de los grandes escritores ingleses, mientras sus cuentos macabros quedan como una curiosidad más que un precedente. Para estos hay que voltear en otra dirección, hacía Algenon Blackwood, quien pasa a la historia como relator de historias de fantasmas, aunque en sus dos obras más famosas, Los sauces y El Wendigo, poco o nada hay de estos. Muy recomendables los dos por cierto.

Lord Dunsany, Arthur Marchen, W.H. Hodgson junto con Blackwood forman una cuatrifecta de autores poco conocidos en donde se encuentran esos puntos ciegos que enlazan el horror moderno con el antiguo, pero que hasta tiempos recientes se han ido redescubriendo.

Con suerte un día se hacen pelis de sus obras, aunque igual también son ignoradas.

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«¡Ay! Que me rompió el corazón».

Día 359.

Ante la pregunta de los mejores escritores de terror, los nombres que vienen siempre son Poe, Lovecraft y King. Si se presiona la memoria, aparecen Bram Stoker, Mary Shelley, quizá Neil Gaiman. Si no la queremos dar de conocedores, podemos agregar a Dean Koontz, Robert Chambers y puede que alguien se acuerde de Horacio Quiroga porque lo leyó en la escuela. De ahí es escarbar con las uñas para ir sacando autores con menos fama: a lo mejor se recuerda que Clive Barker, Guillermo del Toro o William Peter Blatty también tienen libros, no solo películas. Por cierto que Legión, de este último, es uno de mis libros favoritos.

Pero sigue siendo una lista pequeña, casi llena de autores anglosajones con menos de dos siglos de antigüedad. Esto es porque el término de «literatura de terror», también es nuevo en comparación con géneros considerados clásicos por las academias de bellas artes, aunque la práctica de esta tiene muchos siglos engranada en diversas formas. Ahora, existen instancias que premian lo sobresaliente en el campo, como el Bram Stokers Award que celebra lo mejor del terror en sus diversas variaciones; o los premios Nebula, que aunque están dedicados a la ciencia ficción, acepta ambos géneros cuando se encuentran ligados, lo cual es algo común.

Conozco muy pocos escritores que se dediquen por completo a un solo género: casi siempre eligen un estilo pero juega con otros, o crean obras por completo diferentes entre sí. Suele ser el lector el que se extraña cuando su autor no le entrega lo que estaba esperando acorde a otros trabajos que ya le conozca. Horacio Quiroga tiene dos cuentos de terror increíbles en El almohadón de plumas y La gallina degollada, mientras su recopilación de Cuentos de la Selva son historias para niños. Sus obras no están peleadas entre sí, pues lo suyo era lo fantástico desde distintos enfoques.

Por su parte, Salvador Elizondo fue un escritor de academia, de esos que escriben ensayos sesudos, críticas importantes, poesía; pero su obra más famosa es Farabeuf o La Crónica de un Instante, donde tenemos a un médico obsesionado con la ejecución china Leng T’ché, que consiste en cortar a cuchillo pequeños pedazos de una víctima mientras se encuentra amarrada y enseñárselos mientras va muriendo de forma lenta… y este es solo uno de los elementos oscuros de la historia. Elizondo recibió un homenaje de cuerpo presente en palacio de Bellas Artes tras su propia muerte, aunque es complicado encontrar quien conozca su obra. Un gran destino, si se me pregunta.

Borges, fan y crítico de Lovecraft, le dedica un cuento titulado There are more things, que con unas pocas líneas finales logra destilar el horror cósmico. No tiene otro, y no lo necesita.

Y es que el terror es una especia que da mucho sabor en manos expertas de lo improbable.

Por otro lado, es una tradición encasillar a los escritores a partir de sus obras más «serias». Guy de Maupassant, es famoso por Bola de Cebo, una novela acerca de una prostituta que busca retirarse, pero es obligada por un grupo de personajes nobles y religiosos con quienes comparte un carruaje, a regresar a su antiguo oficio para poder pasar un retén militar. Un muy buen drama, reflejo de la hipocresía de la sociedad dispuesta a traicionar sus valores con tal de conseguir lo que quiere. Es una obra que aparece de manera constante en las listas de lecturas para preparatoria con justa razón. Por lo que no es famoso Maupassant, es por El Horla, uno de los mejores cuentos de terror que he leído, acerca de una presencia invisible que se alimenta de la vida del narrador, quien sueña que se arrodilla sobre el pecho y poco a poco va dominando todos sus pensamientos. Además que le roba el agua embotellada que ha puesto al lado de su cama.

Súper recomendado.

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«Sacre bleu!»

Día 358.

Son los últimos días. En ellos saco pendientes aunque me duelen las manos por escribir o quizá por otra cosa. Podría dejarlo así hasta que se me recuperen, pero en serio que ha sido pesado el asunto, no tengo una fecha de recuperación próxima. ¿Es acaso cosa de un orgullo mal dirigido el querer terminar ya? No estoy seguro.

El orgullo es un arma de un solo filo que dependiendo la profundidad con que se corte se le considera un asunto bondadoso o nocivo. ¿Sentirse orgulloso por haber logrado la mejor calificación en un examen? Bien. ¿Sentirse orgulloso por ser mejor que los demás en el grupo? Mal. ¿Enorgullecerse de que tu equipo favorito gane un partido? Bien. ¿Mentarles la madre cuando pierden y agüitarse? Mal. Hay muchos ejemplos, el más conocido es la caída de los ángeles del cielo, aunque dependiendo de cuál versión se lea, los nombres cambian así como las circunstancias; lo que sí tienen en común todas es la desobediencia contra Dios. Ósea, se pasan por los güevos las leyes divinas, lo que es una mala idea, porque si alguien tiene un ego enorme y no teme usarlo, es el patrón de arriba. Su voluntad, sus reglas y pobre del que ose llevarle la contraria. Saramago tiene un par de libros al respecto que valen la pena, en que toma el lado de los acusados, como en Caín.

Pero me desvío de lo que quiero escribir.

El orgullo es una emoción compleja que denota una respuesta emocional positiva acerca de nuestras decisiones, acciones y hasta de nuestro grupo de pertenencia.

Esa es una definición de diccionario. También explica que puede verse como un vicio o como una virtud. Creo que eso aplica a todos los pecados capitales, aunque tengo la creencia que el orgullo puede ser el potenciador de otros: uno puedo enojarse porque alguien te empuja en la calle quizá por accidente, pero es el orgullo el que te lleva a hacerla de pedo, porque «No vas a permitir que se burlen de ti» y se escala la cosa de insultos a los golpes. También es el orgullo el que terminado el asunto cualquiera que sea el resultado, justifica con «Pero no me dejé», aunque a nadie le importe y te falten tres dientes. Ahora que lo pienso, de su forma viciada es de lo que trataban las historietas de ¡Así soy…! ¿Y qué? en donde los personajes hacían su santa voluntad sin importarles lo que los demás pensaran de ellos. Loable idea, hasta que terminaban lastimando a alguien o a ellos mismos por su falta de empatía.

En su parte como virtud, el orgullo es también lo que a veces nos levanta cuando creemos no tener motivos para ello y seguir adelante, aunque sepamos que el camino no es fácil. Sirve entonces como un motivador que es bueno fomentar en base a nuestros logros, como lo hace Spiderman, cuya nobleza está dirigida en el deseo de ser mejor para los demás, por lo que busca superar las dificultades que se le presentan con las herramientas que tiene. Algo también que lo diferencia de otros héroes de comic, es que a veces no logra ganar y lo acepta, aunque le pese. La humildad es un aspecto interesante de la misma emoción, difícil de lograr creo, pues también se puede caer en la falsa humildad en donde la búsqueda de la templanza se vuelve un prejuicio contra quienes no la practican.

De mi parte, el orgullo es mi coco desde siempre. Abuso mucho de él y me cuesta mucho trabajo si no dominarlo, al menos suavizarlo. Una anécdota: cuando tenía como 16, fui a un concierto de rock con mi familia, estábamos en las gradas del lugar en vez del campo, donde tocaban las bandas. En algún momento, la gente se empezó a brincar al campo cuando inició la música y se armó el slam. Decidí bajar, para hacerlo había que aventarse de una altura de unos tres metros. Mi papá me dijo «No lo hagas», pero decidí no obedecer, brinqué, caí bien, y corrí hacía el slam con harta euforia que me duró menos de dos minutos pues alguien me metió un codazo en la boca y me reventó el labio. Vi la sangre salir despedida formando un arco partiendo de mi rostro como en una película: creí que eso no pasaba. El resto del concierto me la pasé con un trapo con hielo en la boca. Mi papá no me dijo nada cuando me vio y eso dolió más que el golpe. Hasta la fecha no me han vuelto a madrear tan duro en un concierto.

Otra lección más actual, es que fui al médico a que me dijera porqué me duelen las manos. Me dijo que descansara de escribir, y que cuando empezara de nuevo, tomara paracetamol si me empezaba a doler. Bueno, he hecho caso a ambas recomendaciones (a partir del segundo párrafo me comenzó el dolor), gracias a ello he podido terminar este post, y si necesito más descanso para los que siguen, procuraré hacer caso aunque ya tenga a la vista el final.

Supongo hay una lección de debo aprender en esto. O varias.

«Lucifer, la estrella de la mañana, es su representación».

Día 357.

Chichachica baby, de 15 húmedos años. 

Así cantaban Illya Kuriaki and the Valderramas en los años 90.

Chichachica baby, de casi 20 años. 

Así la cantaron en el festival Maquinaria 2012.

¿Censura o autocensura? Supongo que un poco de ambas. Corren tiempos raros en donde la corrección política es una capa gelatinosa transparente que lo permea todo, y cuyos bordes cuesta trabajo apreciar. A como sea, entiendo el cambio en la canción, en serio, llega un punto en que algo que hiciste con plena consciencia de generar escándalo en tus 20’s de rebeldía no se traduce bien en tus 30’s de tratar de mantener a tu banda a flote. Aun así es un poco triste que ya no la toquen igual. Hay otros casos, claro, como el caso de Beastie Boys, que dejaron de tocar varias de canciones de Licenced To Ill por considerarlas sexistas aunque nadie se los pidió, como esa que dice:

Girls, to do the dishes
Girls, to clean up my room
Girls, to do the laundry
Girls, and in the bathroom
Girls, that’s all I really want is girls.

Lo cual justificaban con una evolución como personas. Va, va, se las compro.

Pero también Bestie Boys solicitó que Prodigy no tocara Smack my bitch up, en un festival en que ambas bandas participaron por considerarla violenta contra las mujeres, cosa que los de Prodigy aprovecharon para decirles de manera amable que le cayeran ALV. Menos suerte tuvo la banda Rotting Christ a quienes de plano los sacaron de la alineación de otro festival en su propio país, porque Dave Mustaine de Megadeth, quien es un cristiano renacido, no quiso que tocaran por «satanicos». Y bueno, es que ya Megadeth no toca esa bonita canción que reza:

I lurk in the alleys, wait for the kill.
I have no remorse for the blood that I spill.
A merciless butcher who lives underground.
I’m out to destroy and I will cut you down.
It’s Black Friday, paint the devil on the wall.

Seeee, nada «satánico». En fin, ambos casos tienen un tufo moralista chingón, en donde artistas le exigen a otros que no hagan exactamente lo mismo que ellos hacían, porque ahora ya no piensan de esa manera y han comprendido que está mal. Claro, lo hacen desde una posición de poder: a final de cuentas Megadeth siguió tocando con Slayer (quienes la mitad de su discografía trata sobre cosas del diablo) durante la gira de los Big 4 y no dijo ni pío.

La hipotenusa pues.

En tierras mexicanas, Molotov ha tenido que explicar en muchas ocasiones que la canción de Puto no es homofóbica, sino que se refiere a una persona con poco carácter… pero no dicen que sin huevos porque eso los metería de nuevo en problemas, de esos que cuestan dinero. ¿Por qué simplemente no la dejan de tocar? Pues porque es su canción más popular. Tampoco son pendejos. 

Siempre hay alguien para señalar lo que está bien y mal en un artista, sobre todo con los cambios sociales. Es un tema delicado, pero también muy a conveniencia. A la fecha no he visto que haya bajado la popularidad de Los Beatles, a pesar del historial de violencia de Lennon y su canción Run for your life:

You better run for your life if you can, little girl
Hide your head in the sand, little girl
Catch you with another man
That’s the end, little girl

Pero es Lennon, el de «imagina un mundo con la gente viviendo en paz», así que se le perdona todo. Si llegó a escribir acerca de golpear y matar a su pareja seguro era broma. No como ese Ice-T, quien escribió acerca de matar policías que abusan de su poder, lo cual es una obvia y clara amenaza. Así que por protestas, demandas y mucha presión política, su disquera lo obligó a sacar la canción Cop Killer de su propio disco o le destruían su carrera.

Seguro fue por no ser inglés. 

«¿Satánico? Puras exageraciones».