Misma locación. Última parte de mi Magnus Opus como Los Anillos del Nibelungo de Wagner que creo nada más él entendió el porqué tan pinchemente larga. ¿Neta, cuatro operas? Bueno, con este me aviento 9 posts acerca de mi proyecto del verano. Uy, 4500 palabras. Creo que no es el tamaño, sino lo poco amable con el lector lo que hace a esta serie tan densa.
Terminemos.
Y cuando desperté, los diseños impresos inservibles de las cajitas del Arkham Horror seguían ahí. En este punto neta, ya quería llorar. Recalco, ya estaba impreso TODO.
Revisé paso a paso las mediciones que había hecho, ¿acaso se me había pasado agregar un milímetro por cada lado? las cartas no entraban de ninguna manera. Como los diseños vienen hechos ya tan solo para recortar, tratar de agregarles espacio haciendo los recortes más amplios resultaba estúpido, en primera porque no quedaban a la medida y en segunda porque era estúpido, así de simple. Ya había hecho pruebas, pero sabía que había decidido imprimir de un jalón porque ya estaba harto del asunto y quería terminarlo de una vez. Que es algo que también me pasa. Me desespero y ya quiero acabar el asunto en los desenlaces. Después de considerar seriamente agarrar una botella, ahogar el asunto en humos etílicos y tirar todo a la basura, revisé mentalmente una última vez cual fue el fallo. Eureka.
El procedimiento. Había cambiado el procedimiento en un punto, o mejor dicho, me había saltado un paso.
No estuve presente mientras se imprimieron.
Me levanté despacio, fui a imprimir una hoja de prueba, de los archivos y me di cuenta. Donde los mandé imprimir ajustaron todas las impresiones al tamaño de la hoja.
Puta madre.
Caigo en cuenta que el error no es mío, que fue tan solo una casilla activada a la hora de imprimir, y que ahora tengo que ir a reclamar al intercafé por un trabajo mal hecho. Un intercafé propiedad de un amigo que ha sido muuuuy paciente durante estos días y me ha dejado las impresiones de alta calidad a precios moderados. La disyuntiva es: reclamar por un trabajo que es casi un favor, o pagar más dinero en otro lugar donde el costo aumentaría al doble y que por cierto, ya no tengo más presupuesto… o darme por vencido.
Nuevamente, puta madre.
Tomo la primera opción. No la más elegante, pero la que necesito.
Hay fricciones en lo que explico lo sucedido, se mantienen las cosas civilizadas pero tensas. Al final acordamos repetir las impresiones sin costo, solo que con menor calidad y en el mismo papel, en la cara contraria. Es opalina, y tendría que comprar otras cincuenta hojas. Me parece un excelente arreglo.
Me parece una llamada de atención que me informa que ponga punto final al asunto. Me quedo mientras se imprimen, doy las gracias, regreso a mi casa esperando no haber erosionado la amistad demasiado y comienzo el trabajo en armar todo. Se ha alargado este proyecto como un chicle ya sin sabor. No importa cuánto tiempo me tome, no voy a dormir hasta que termine de armar todo.
10 horas de armado de cajitas de cartón después, me voy a la cama. Solo resta esperar a que sequen. Se ven muy bien.
24 horas después, ya que ha secado todo el pegamento, meto todas las cartas en su lugar. Armo una funda para los tableros con foamy y silicón para los mapas. Ensayo diferentes configuraciones de acomodo de todo, incluyendo un par de latas para piezas pequeñas, afino los últimos detalles y cierro la caja.
El proyecto ha terminado.
El costo total sigue en $495 pesos, menos de la mitad de lo que me hubiera costado por fuera, sin contar innumerables tazas de café, varias noches sin dormir y un estado emocional entumecido.
Pero está terminado.
Llevo la caja con orgullo a donde juego. La presumo al grupo, con diversas reacciones:
«Güey, no se sabe cuál cajita corresponde a qué».
«Se tarda uno más guardando todo».
«¿Por qué no simplemente te traías las cajas originales y listo?»
Oh, la humanidad. Sé que es la resistencia al cambio, aun así los mando a todos a chingar a su madre.
Supongo que Wagner tampoco tenía buen carácter.
«Ominoso y monolítico».